De tanto haber aprendido, a la fuerza, a depender de lo que nos van a dar, de lo que traerán, de que va a entrar un barco, de que van a dar lo que vino por donación… no nos hemos percatado de que hemos puesto nuestra vida en manos de quien ha demostrado que no resuelve nada. Aún más, hemos “esperado” y todavía hoy “esperamos”, por las soluciones de un régimen que lo que ha hecho es arrebatarnos, confiscarnos, mutilarnos, a todos los cubanos, la posibilidad de resolver nuestros problemas y necesidades, de hacer nuestra vida, con nuestro propio esfuerzo y creatividad, con libertad y responsabilidad.
En efecto, sin libertad cotidiana, para ser lo que somos, para ejercer todos nuestros derechos, para emprender, para trabajar, para organizarnos, sin acceso a los recursos, sin un salario digno, sin posibilidad de ser dueños reales y de crear nuestro propio capital e inversiones, no podemos ser autónomos, no podemos tomar las riendas de la gestión de nuestras vidas. La esencia del régimen totalitario es esta: hacernos depender totalmente del Estado, es decir de un pequeño grupo que decide cómo vamos a sobrevivir, que nos exige ahorrar sin ganar, que nos pide resistir sin libertad, que nos exige obedecer sin chistar.
De la dependencia del Estado a la dependencia de afuera
Ahora, cuando el Estado totalitario fenece, ahora que hemos entrado en la fase terminal, y todo el mundo sabe, aunque no lo digan, que aquí no habrá ninguna mejoría sin cambios; ahora que el régimen no es capaz de repartir ni la miseria, ellos mismos han redireccionado la dependencia, han intentado y casi lo logran, que todo nos lo resuelvan los dólares que, con el sudor de su frente y con la libertad que fueron a buscar fuera de Cuba, reciben nuestros familiares y amigos en el otro sistema. En una frase, el pretendido y nunca realizado socialismo antes vivió de los demás países socialistas y ahora que han desaparecido aquellos, está viviendo del capitalismo al que siempre condena. Es inmoral.
Un solo ejemplo, muy sensible: Conozco amigos que tienen que hacerse una cirugía en este país y resulta que están a la espera de que su familia de fuera le mande todo lo necesario para la operación, cuya lista que incluye hasta el hilo de sutura, guantes, las gasas y los antibióticos, le fue entregada, como algo normal, para que se lo pidiera a su familia. Es verdad que el enfermo tiene que “resolver”; es verdad que para la salud es necesario hacer lo que sea. Pero… no nos podemos acostumbrar a la calamidad. No nos podemos dejar domesticar en la total dependencia de fuera. Es aquí dentro y ahora donde deberíamos tener todas esas posibilidades. Y eso no se logrará sin el cambio.
No estoy negando la ayuda de nuestras familias. Es de humanos y es de agradecer. Eso es ser fiel a los lazos familiares. Lo que intento compartir es que no debemos acostumbrarnos a vivir dependiendo ni del Estado, ni de los de afuera. El problema de Cuba no lo van a resolver ni este régimen, ni los de afuera. El problema de Cuba es que tiene que cambiar radicalmente, que quiere decir, de raíz, hasta la raíz de lo malo que nos han impuesto vivir. No es esperando por los barcos de petróleo ni por las donaciones de arroz, ni es “condenando enérgicamente” a los demás países mientras dependemos de su dinero.
Los padres fundadores de la nación cubana, con su eticidad y el civismo, verían esto peor que la dominación española en que los cubanos de la Isla no eran independientes como país, pero lo eran personalmente. Lo dijo así uno de esos padres fundadores, el Padre Félix Varela: “desearía ver a Cuba tan isla en lo político como lo es en la naturaleza, (…) Cuba no debe esperar ya nada de España ni de nadie, debe liberarse por sí sola”.
No tenemos esperanza porque la hemos puesto en el mismo Estado que provocó el desastre, o en la huida desesperada dejando atrás a parte de la familia, parte de lo que hemos sido, todas nuestras amistades, todo lo que tenemos, y el hogar nacional donde nacimos, para marcharnos a cualquier lugar donde tendremos libertad, pero seremos siempre extranjeros; solo con la compañía inseparable de la nostalgia, y esa horrible sensación de que hemos perdido la mitad de la vida o la vida entera. Esto es terrible y totalmente injusto.
El pueblo cubano no merece desintegrarse así, ni de ninguna otra forma. Despedazar cualquier nación con el exilio es un crimen abominable. Hacerla trizas con la miseria, también. Nada, nadie, ninguna ideología, ninguna razón humana, puede justificar la agonía por la que los cubanos estamos pasando. Todo debe cambiar. Y no debemos esperar más ni por los rusos, ni por los chinos, ni por los americanos. Solo por nosotros. Somos nosotros, los cubanos, los de la Isla y los de la Diáspora, los que debemos cambiarlo. Y cambiarlo todo civilizadamente y en paz.
Propuestas
La primera propuesta es que debemos tomar conciencia firme de que Cuba debe y tiene que cambiar estructuralmente si no quiere que la actual agonía termine en violencia o en caos. La fase terminal de un sistema no se resuelve con “curitas” y “mercurocromo”, que tampoco hay. Es decir, no se resuelve posponiendo los cambios sistémicos. Posponer es morir.
Una vez que nos hemos convencido de que el cambio es inevitable y urgente, entonces debemos convencernos de que la verdadera solución no está ni en el Estado totalitario, ni en la dependencia parasitaria de las ayudas de fuera. No contribuyamos a la vergüenza de pensar y esperar que la solución vendrá de fuera. Eso pospone, nos resta fuerza interior, avergüenza.
Y una vez que nos convenzamos de que el cambio es irremediable; cuando nos convenzamos de que no debemos esperar más que venga de fuera; una vez que nos convenzamos de que todo depende de lo que seamos capaces de hacer los cubanos, entonces debemos comenzar a pensar y preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo?
No importa lo pequeño o insignificante que consideremos que sea lo que podamos hacer por nosotros mismos, peor es quedarse a esperar una salida que depende de los vaivenes y juegos políticos de países poderosos, o a esperar que otros hagan “algo”, o a esperar la muerte inútil y vacía. Peor es quedarse sin sentido y sin proyecto de vida. Peor es vegetar. Ya sea que vivamos o sea que muramos, es necesario darle sentido y contenido a nuestras vidas y a nuestras muertes. No hay sacrificio en vano.
Es necesario creer en la fuerza de lo pequeño, en la fecundidad de la semilla, en los pequeños pasos, en el gesto, en la palabra, en la conciencia crítica, en aprender a decir que no, en ayudar a los demás a pensar, a dar sentido a sus vidas: a creer en ellos mismos, a creer en los demás, a creer en Dios.
Con todo mi respeto hacia mis hermanos y amigos ateos y agnósticos, comparto mi experiencia personal como un pequeño testimonio: creer en Dios me ha ayudado a creer en mí mismo, a creer en el mejoramiento humano, propio y de los demás. Tener fe ha dado sentido, dirección y proyecto a mi vida. Tener fe y doblar las rodillas solamente ante Dios, me ha permitido mantenerme erguido, a pesar de mi fragilidad, sin doblar la rodilla ante ningún hombre o sistema. Nunca es más digno un hombre que cuando solo dobla su rodilla ante Dios para que Él le dé la fuerza para no doblarla ante los poderosos, para no doblarla ante la adversidad. Para mantener erguida la esperanza.
Dagoberto Valdés