No estamos solos – @Moab__

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Se despereza lánguidamente en la cama, recreándose, sintiendo cómo se estira cada músculo de su cuerpo. Ese cuerpo flexible y suave…
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El runrún del exprimidor asesinando las naranjas para el zumo del desayuno crea interferencias en su cerebro falto de cafeína, necesita un café para soportar lo que viene a continuación.
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Los dos niños mayores entran peleándose en la cocina mientras la pequeña princesita clama desde su cuna por un cambio urgente de pañal.
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La noche ha sido larga, no podía escupir las palabras por mucho que tragara whisky mientras pensaba en el cajón cerrado a cal y canto de su despacho donde una montaña de facturas impagadas amenaza con hacerlo estallar. A la luz del nuevo día sus ojeras color desesperanza abofetean la mañana.
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Se viste con su ropa de deporte, se coloca los auriculares del reproductor mp3 y sujeta éste con un brazalete a su brazo.
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Se toma ese café, apoyada en la encimera, mirándole de reojo mientras lee el periódico absorto. Quizás piensa en si sospechará algo, si podrá sentirlo en su piel al rozarla por las noches, si podrá olerlo en su boca al besarla por las mañanas…
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Los niños siguen peleándose, esta vez por los cereales, las tostadas, el Cola Cao… La bebita chilla y se embadurna la cara con los avioncitos de su papilla matutina. ¿Quién en su sano juicio decidiría que tener tres hijos era buena idea?
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Él la mira. No puede decirle que ha perdido su inspiración, que todo eso que ella admiraba ha desaparecido, que lleva meses sin escribir una sola línea. Que cada párrafo que le enseña es obra de autores casi desconocidos, de blogueros perdidos en la oscuridad más recóndita de la red. No puede decirle que se han pulido sus ahorros y que las facturas se acumulan como la nieve en invierno en la puerta de casa…
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Le despide en la puerta con un beso y un “espero que tengas un buen día” rutinario. Al cerrar la puerta tras de sí se le escapa un suspiro aliviado.
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Los niños salen corriendo en marabunta de la casa mientras el claxon del coche, ya cargado con la sillita de la niña, les apremia. La puerta se cierra de un portazo que abraza el silencio.
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Suena el timbre y corre a abrir. Se detiene un momento a recuperar el aliento y a arreglarse el pelo. Se arma con su mejor sonrisa y abre. Él entra y, sin mediar palabra, la abraza y cierra la puerta estampándola con pasión contra ella. Empiezan a arrancarse la ropa… Hoy tampoco van a ser capaces de llegar hasta la cama…
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Enciende el ordenador portátil con una expresión de desesperanza en el rostro. Mira la pantalla fijamente durante unos segundos, después hacia atrás por encima de su hombro izquierdo, saca una llave del bolsillo y abre el cajón de las facturas. Las observa como esperando que desaparezcan o como si intentara prenderles fuego con el poder de la mente. Cierra el cajón con un suspiro y devuelve su atención a la pantalla del ordenador, que aguarda con insultante paciencia que él sea capaz de volver a teclear dos letras con coherencia.
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Ella le mira, desnuda, apoyada sobre su pecho, tumbados ambos sobre la ropa desperdigada por todo el suelo. Se ríe. Además de follarla, la hace reír. Ya no recuerda la última vez que su marido la hizo reír a carcajadas.
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Las lágrimas empiezan a resbalarle por las mejillas, se mesa el pelo, tiembla… Iba a dejarle cuando se enterara de que había perdido el don y la cuenta estaba vacía… Le dejaría seguro… ella, su musa…
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Él la acaricia y ella le lanza una mirada juguetona. Se desliza por su bien torneado cuerpo y se mete su polla en la boca. Él emite un largo gemido. Ella le mira seductoramente, se incorpora, se sienta sobre él y empieza a cabalgarle salvajemente… Podría estar follándole toda la mañana…
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La puerta se abre…
Sí, por fin… la ducha…
Ufffff la ducha… el motivo por el cual se levanta por las mañanas. El agua caliente resbalando, creando perlas deslumbrantes en su piel, oírla cantar como si le fuera la vida en ello, con más pasión que acierto mientras el agua viola suavemente todos los recovecos de su cuerpo… se acaricia los senos sensualmente, recreándose en los contornos, sopesándolas, estrujándolas con fuerza mientras desliza una mano vientre abajo… muy suavemente empieza a frotarse los labios y su boca se abre en un silencioso gemido de placer… sin prisa, pero sin pausa… está temblando y no es de frío… las piernas apenas la sostienen y su vientre empieza a presentar los espasmos del orgasmo… se corre entre gritos y su espalda, apoyada en la pared mojada, resbala a medida que sus piernas, faltas de fuerza tras el éxtasis, se doblan y acaba sentada sobre el suelo de la ducha tratando de recuperar el aliento que el ejercicio matutino no le ha robado en ningún momento.

Julio se limpia la polla con el rollo de papel higiénico. Los niños del 212 le saturan un poco y el escritor del 213 le parece un ser patético y mediocre, pero su novia está buena. La misma impresión le daba la histérica mujer casada del chalet 215 hasta hace cosa de tres meses cuando, cansada de ser ignorada, se había echado un amante que le proporcionaba la atención que el marido le negaba y al sorprendido Julio gratos momentos de onanismo. Pero ella… la mujer joven del 214… La preciosa Adora… Ella era quien llenaba sus sueños húmedos cada noche cuando las luces de las casas que tiene vigiladas se apagan y los protagonistas de su obsesión duermen. A veces se queda mirando las pantallas oscuras, esperando ver alguna luz encenderse. Les mima, les cuida, les protege, es su amigo, aunque ellos no lo sepan.
No están solos… Nunca…
¿Lo estáis vosotros?

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