Sin duda, lo más destacable de esta película es la interpretación de José Coronado, actor que empezó siendo mediocre (muy limitado, con un solo registro, de voz algo cursi) y ha alcanzado un nivel de excelencia impensable y también innegable. La película es él. Con sus miradas (duras, frías, fijas, hondísimas), con el tono de su voz (quebrada, rasposa, cortante), con su melena leonada, con la agresividad que imprime a cada gesto compone un personaje que asusta, que impide que relajes tu atención, que decaiga el interés de una película que no es tan brillante como la crítica reciente ha destacado, pues no cuesta ver algunas debilidades del guión y resulta fácil cansarse con lo que no es, en definitiva, sino otra trama policial con juez, policía bueno y policía malo, pequeñas sorpresas y final más que presumible. Eso sí, el cine español no puede alardear de ofrecer a la memoria muchas películas secas, directas, mantenidas en un pulso narrativo sin alardes ni estridencias vanas en el género negro y esta No habrá paz para los malvados se cuela en la lista y casi la encabeza directamente.