No hace falta que me expliquen tus silencios
porque en los ojos se me clavan intenciones
que no pueden pasar inadvertidas
al secreto radar que hay en mis miedos.
No necesito saber qué decir
cuando no sé qué decir
porque la voz humana es a menudo
solo un subrayado innecesario.
Con silencio me conformo cuando el ruido
me impide conocer la verdadera
razón de tu desaire. Y siento
que más que un muro que me aísla
el silencio es una manta que me abriga.
Y no hace falta que lo digas:
las heridas son heridas,
subrayarlas no es curarlas.