Quizás el amor más intenso y el instinto de protección más grande en la experiencia de la humanidad, sean los de los padres hacia sus hijos.
Es poco lo que la mayoría de las madres o los padres dejarían de hacer por su bebé. Si un camión estuviera a punto de arrollarlo, no nos sorprendería que saltaran frente al vehículo en movimiento sin pensarlo dos veces.
¿No le gustaría a usted ser amado con la misma intensidad? De hecho, el amor del Señor para con usted es mucho más profundo y más seguro incluso que el de los padres por sus hijos. La prueba es lo que Dios hizo por nosotros. Romanos 5.8 dice que, aunque vivíamos en desobediencia, Él envió a su único Hijo a morir en la cruz por nosotros.
Piense en un padre que da a su hijo por unas personas que decidieron rebelarse contra él. ¡Qué sacrificio y qué costo tan asombrosos! La muerte de Cristo tomó el lugar del castigo que nosotros merecíamos. Si aceptamos este regalo y decidimos obedecer a Dios, Él ya no nos ve como culpables. Más bien, nos justifica, nos hace justos, y cambia nuestro destino final: en vez de enfrentar una separación eterna de Él, disfrutaremos de su presencia por la eternidad. Es más, el Dios todopoderoso nos adopta como hijos suyos para siempre. Nuestro Padre celestial nos guía, protege y aconseja a lo largo de la vida, y nos promete que estaremos seguros en Él por toda la eternidad.
¡Qué increíble que el Creador del universo nos ame a usted y a mí de esta manera! ¿Conoce usted y experimenta la seguridad y la dulzura de su amor? La gratitud y la alabanza deben, entonces, fluir de su corazón. Y también amar a los demás profundamente en gratitud por el amor recibido.
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. JUAN 15.12-14
Charles Stanley
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