No hay belleza en derrumbarsedesde el primer acorde y ser aplastadobajo las teclas de un piano.No hay belleza en beberla ceniza de la vida en un cráneo que es el mío.No hay belleza en la imposibilidadde este presente, ni en la marca de la virueladel ayer en la mirada esquivani en el futuro que es ya Historia, dondenada excepto provocar al vacío agitando el sonajero puede hacerse.
No hay belleza en esperar
absolutamente nadanada, nada, nada, ahogarse en el ecode algo que tan siquiera nombre tiene.Todo lo que llaman Malditismose resuelve en la ausencia de bellezaobservada desde el patio de butacas.No hay belleza en el deseo de viviry en el fracaso de su intento.No hay belleza en la ecuación irresolutade la duda si al desnudo se presentaatizándonos la nochecon el simple por, con el simple paracon su qué y la necesidad casi sexualde pasar a otro día con alguna respuestaque te hace pensar que diosestá en el fondo de este vaso de vodkay el secreto de los hombres en un cubo de basura.© David de Dorian, Nocturno canto del Edén, 2014
(Ilustración: Francesco Bongiorni)