Seguramente, cuando oímos hablar de “segundas partes”, pensamos en películas que, aprovechando el tirón de las primeras, sacan algo que hacen llamar la ‘continuación’. Todo sea por estirar el chicle, vamos. Parece algo nuevo en el mundo del cine, pero lo cierto es que esta estrategia lleva ya sus años llenando los bolsillos de directores ambiciosos.
Sin embargo, no todas tienen por qué ser malas o mediocres. Hoy, por ejemplo hablaré de El Padrino II y, poniendo ya un ejemplo de terceras y horribles partes, El Padrino III -son películas más bien viejillas-.
Bien, si vemos El Padrino…. ¡oh! Solo decirlo ya impone, aquello sí que fue una película en condiciones. El Padrino II… ¡gran película! Aquella trama, perfectamente encajada, compleja, retorcida como la mafia misma. Los Corleone podrían ser tan reales como cualquiera de las familias que gobernaban Nueva York y Las Vegas en aquellos melancólicos 40, 50, 60… Eran tiempos buenos, de tiroteos en el Bronx, droga ilegal pasando por el puerto hacia los colegios y el imperio del juego emigrando a tierras lejanas. La historia habla del ciclo de la vida misma: hoy en lo más alto, mañana al borde del precipicio, pasado abajo. Todo contextualizado, por supuesto, dentro de ese ambiente siciliano que invadía las tradiciones y hasta el lenguaje de los protagonistas. ¡Pobre Kay, esa yanqui intentando encajar en el impenetrable universo aromatizado del inmigrante italiano! Ya te lo advirtieron, “no te metas en mis asuntos, Kay.” Las cintas están llenas de frases para el recuerdo, de consejos para la vida -bueno, para una vida de dudosa reputación-, como esa sabia respuesta de DON Vito, “mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca”. ¡Qué grande!
Y sin embargo, llegamos a El Padrino III, esa gran, gran m****a. Cuando la veo, siempre me pregunto: ¿por qué? ¿POR QUÉ? ¿En serio era necesario? La primera y la segunda eran perfectas, perfectamente unidas y encajadas, pero la tercera… Todavía no sé muy bien “de qué va”. “Como ya no había nada que contar sobre los Corleone, hablemos sobre su infancia”, debieron pensar los guionistas. Y así nació esta aberración cinematográfica que nunca debió haber visto la luz del día. Eso si, hay una cosa, una única cosa con la que me quedo de esta gran basura, una de las mejores escenas de las tres películas -una aguja en un pajar, visto lo visto-, ese épico final. (SPOILER) La salida de la ópera, el disparo, el grito de dolor, sentido, real, casi conmovedor, ese grito cierra una saga que podría haber acabado veinte años antes. Probablemente Michael gritó así al ver lo que habían hecho con su historia, probablemente…