¿Por qué no valoramos de la misma manera las acciones cuando las realizamos nosotros cómo cuando las hacen los demás?
Y es que esto, no siempre pasa así que quede claro, es uno de los grandes problemas dentro de nuestras organizaciones y que han derivado muchas veces en la pérdida de compromiso entre empleado y organización y viceversa.
Cuando se dan diferentes baremos para medir las actuaciones dentro de una organización lo que está claro es que la cosa no puede acabar bien.
Que fulanito se vaya para su casa a las 17.00 horas y que menganito se vaya a las 18.00 horas y se lo permitan ya es suficiente motivo para generar mal clima laboral, con independencia de que fulanito haya producido más en su jornada laboral que menganito. El tema del ‘presentismo’ en el mundo laboral en este país y en nuestras organizaciones parece pecado mortal.
Y es que el problema fundamental radica en como medir las actuaciones de los diferentes miembros de las organizaciones cuando no son cuantificables de forma objetiva. ¿Quién y cómo se decide valorar actuaciones similares por miembros diferentes?
No digamos ya si el encargado de valorarlas es parte interesada en las acciones.
A mi modo de ver, uno de los pecados mayores dentro de las organizaciones en la gestión de personas ha sido el de ‘haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’.
Es uno de los grandes defectos de los ‘jefes‘ que suelen abundar en las empresas en este país: el de querer ser ejemplo para el resto de la organización cuando a todas luces no lo pueden ser por como actúan, pero por el mero hecho de ser ‘jefes‘ deben de ser un ejemplo a seguir.
Además me encanta la forma de actuar de estos ‘profesionales’: mandan hacer las cosas de una determinada manera y ellos las realizan de forma diferente y ante cualquier posible comentario al respecto, la respuesta suele ser la de ’se hace así porque lo digo yo’.
Al final volvemos a lo de siempre, cuado un jefe pide que se haga algo, el recelo cunde en la organización, pero si lo pidiese un líder, por descontado que todo el mundo lo haría sin rechistar y considerando que se realiza por el bien de la organización y de sus miembros.
Con lo que volvemos al título de esta entrada, lo de que ‘no hay ningún ‘cerdo’ que no sea escrupuloso’: no hay ningún jefe que sea un ejemplo a seguir en su organización sino es líder dentro de ella.