“Weigand, el periodista norteamericano más antiguo de Europa, cuenta que el 25 DE ABRIL DE 1939 había sido llamado por el embajador de los EEUU en París, Bullit (j), quien dijo: “La guerra en Europa es ASUNTO RESUELTO… Norteamérica entrará después de que hayan entrado Inglaterra y Francia”. Esto está confirmado por los “White House Papers” de Harry Hopkins, de acuerdo a los cuales Winston Churchill (1/4 j) le había dicho a Bernard Baruch (j) alrededor de la misma fecha: “La guerra llegará muy pronto. Nosotros nos embarcaremos en ella, y ustedes (los EEUU) también lo harán. Usted (Baruch) organizará la cosa allá, yo la vigilaré aquí””.
Alemania reclamaba el corredor polaco, habitado por alemanes, y que había sido expropiado por el infame Tratado de Versalles. Ante la persistente negativa “aliada” y polaca a los reiterados planes y propuestas pacíficas de Alemania, y con el honor de toda la nación en juego en este asunto, a Hitler no le quedó más remedio que emprender la ocupación militar del occidente polaco. La guerra la declaran Inglaterra y Francia el 3 de septiembre de 1939, y era la jugada que los titiriteros detrás de los “aliados” estaban esperando para iniciar SU GUERRA, para la cual habían estado acumulando desde 1933, ingentes cantidades de armamentos en USA y detrás de los Montes Urales soviéticos.
En el Pacífico, Japón que había sido condenado al embargo comercial y económico internacional no tuvo más salida (no tenía petróleo) que atacar a la flota norteamericana. El hecho de que el presidente Roosevelt (1/2 j) había estado enterado con suficiente anticipación del propósito japonés de bombardear Pearl Harbor en Hawai lo confirmó el general de cuatro estrellas C. Wedemeyer en su libro “La guerra programada” (Gütersloh 1958, págs. 483 y ss):
“Al enterarnos nosotros por nuestros servicios de inteligencia que los japoneses programaban para el próximo día un golpe, bien en el Pacífico Central (Hawai) o más al sur en las islas Filipinas o las Indias Orientales Holandesas, el presidente de los EEUU, en su carácter de Comandante en Jefe de las FFAA norteamericanas, y jefe responsable de una nación de ciento treinta millones de habitantes, tendría que haber tomado el micrófono para denunciar ante el mundo entero que tenía en sus manos pruebas irrefutables de que el Japón planeaba iniciar el fuego mediante un ataque sobre bases estadounidenses. Esto hubiese alarmado a todas las unidades entre Singapur y Hawai. Aun suponiendo que el tiempo no habría alcanzado para preparar una defensa efectiva, nuestras tropas al menos habrían estado alertas al punto de poder hacerles frente a los japoneses y proporcionarles sensibles bajas. Los grandes barcos anclados en el puerto de Hawai podrían haberse dispersado, y nuestros portaaviones haber intervenido desde mar afuera con ataques de cazas contra los bombarderos nipones. Habrían habido muchas posibilidades de defensa.
Finalmente recibimos el 7/12/1941 a las 10,15 horas de Washington la noticia segura de parte de la oficina de cifrados del ministerio de defensa que la declaración de guerra del Japón le sería entregada al ministro de relaciones exteriores a la una del mediodía. El presidente podría haber alertado al mundo sobre Pearl Harbor sin por eso tener que delatar nuestro sistema de contraespionaje, no poner en peligro nuestros secretos. La guerra quizás podría haber sido evitada, el gobierno japonés a lo mejor no se hubiera animado a atacar a una Norteamérica prevenida”.
Aunque el objetivo central era la conquista de Europa, la SGM ocultaba una jugada global de amplio calado, dado que la “generación espontánea” del Estado Mesiánico (1948), un auténtico “milagro” tras el cual la diplomacia y el poder sionista habían estado trabajando, entre bastidores, desde finales del siglo XIX, necesitaría de una verdadera dislocación de todo el escenario geopolítico mundial. Revoluciones a cuerda y guerras mundiales mediante. La siguiente fase requería un equilibrio bipolar de hierro, donde aprovechando la ¿nueva? tecnología nuclear dos bloques fueran incapaces de atacarse directamente, condición necesaria para que una nueva guerra no borrara del mapa al homúnculo talmúdico. Y la garantía era el poder nuclear, el cual, y en aras del equilibrio, fue traspasado a los soviéticos por agentes sionistas desde dentro de los EEUU.
Fue así que cuando el gigante con los pies de barro (URSS) ya no fue útil a los intereses del Sanedrín que gobernaba (no completamente, por supuesto) por encima de ambos bloques, se le cortan todas las líneas de crédito de dólares frescos que se le habían estado otorgando durante setenta años (a la URSS), se le interrumpe el suministro de tecnología (constante durante décadas), y se orquesta una maniobra internacional de amplio espectro (aumento de la producción petrolera saudita para hundir los precios de las esenciales exportaciones petroleras rusas, entre otras medidas), con la colaboración de la KGB, para estrangular a ese gran experimento de Estado Supranacional que fue la URSS. Hoy reeditado, bajo parámetros distintos, en la Unión Europea.
Agentes del Sionismo como Andropov (Lieberman) y Gorbachev (Moses Kahn) fueron fundamentales en dicha transformación. Ya a principios de los ochenta, Reagan firma un documento elaborado por Richard Pipes, el NSDD-75, documento clasificado de máximo nivel, en el que EEUU derogaban unilateralmente el tratado de Yalta, en forma secreta. Esto marcó el fin del sostenimiento, y de la ayuda Norteamericana a la URSS. Dos ex actores mediocres (Reagan y Juan Pablo II) puestos en cargos de suprema relevancia internacional, se llevarían (de cara al vulgum pecus) los Oscars ante el desmantelamiento del Imperio del Mal. ¡Risas y aplausos!
El mencionado antagonismo entre industriales y financieros plutócratas no es tal, lo fue, pero desde hace décadas están asimilados y son absolutamente complementarios. Lo cual no quiere decir que existan facciones y fuertes luchas de poder entre clanes y grupos. Siguen la misma Master Agenda, y las guerras, empezando por la PGM y la SGM, y siguiendo por las incontables guerras inducidas en el tercer mundo por la pinza capitalista-marxista, así como la propia Guerra Fría, han sido fundamentales para la consecución de tres objetivos fundamentales: desarrollar y concentrar tecnología, arruinar la economía de las naciones (incluido EEUU) en beneficio de los financistas internacionales (los déficits, bajo el Sistema de Reserva, son un mecanismo de transferencia de riqueza de las naciones a los banqueros), y enriquecer al conglomerado armamentístico.
En su libro “La Paradoja Judía” Nahum Goldmann, jefe del Congreso Judío desde 1938 hasta 1977, y simultáneamente desde 1956 hasta 1968 presidente de la Organización Sionista Mundial, relató en clave humorística en una de sus publicaciones un encuentro del presidente Roosevelt con tres líderes judíos:
“El automóvil había parado delante de la terraza, y al vernos, Roosevelt dijo: “Vaya, vaya. Roseman, Stephen Wise y Nahum Goldmann en tertulia discutiendo. Proseguir nomás, Sam ya me va a decir el lunes lo que tengo que hacer”. Su coche comenzó a avanzar, pero Roosevelt lo hizo parar de nuevo para decirnos: “¿Podéis imaginaros lo que daría Goebbles por una foto de esta escena? El presidente de los EEUU recibiendo instrucciones de los tres Sabios de Sión””.
-----
Por cierto, no habéis escuchado rumores de que Gaddafi estaría gaseando demócratas…
Coronel Martin Hessler