Una campaña que supo poner en positivo un “no”; que tuvo que vencer las resistencias de los propios defensores del no, más proclives a destacar el negativo y gris presente y pasado del régimen dictatorial; imposible de olvidar. Una campaña, que ya en marcha, sufrió censura, persecución y amenazas contra sus creadores. Aunque es cierto que no se trataba de los duros primeros tiempos del golpe, ya que, como recuerdan al principio de la cinta, igual que los gringos estuvieron detrás del golpe contra Allende, también estaban a favor del “no” en el plebiscito. Esos tiempos fueron narrados en 1982 por Costa-Gravas en Missing, que fue nominada a cuatro Óscar y logró el de mejor guión adaptado.
Evidentemente la campaña de No es mucho menos costosa y más honesta que la que se desarrolla en La cortina de humo, pero sí existe ese pequeño trasfondo de “lo profesional”. En No, los trabajadores de una agencia publicitaria trabajan por el no, y los jefes, por el sí. Es la lucha de clases llevada a la publicidad, y al final, existe cierta caballerosidad, cierto respeto por el trabajo bien hecho. Es interesante la relación entre el jefe y el personaje protagonista interpretado por Gael García.
Aunque en un principio aseguren que ganar el plebiscito sería un milagro, que la campaña se da por perdida desde el principio, en humilde opinión, una campaña bien hecha puede despertar indecisos o aportar un 10 por ciento, pero las campañas no ganan por sí solas. Como diría Lenin, deben darse las condiciones objetivas, y si el gringo está contigo…, pues mejor.
A mí me ha gustado la película más allá de que se abuse un poco de los primeros planos de los bellos ojos de Gael García. Me ha gustado porque es un falso documental de la trastienda de un intenso momento político. Me ha gustado porque hay que serguir diciendo no en positivo y con alegría, defendiendo la alegría, que decía Benedetti.