No le dé de comer a mi bebé, por favor

Por Yolandata75 @sinmalaleche
Hace 4 meses publiqué un post titulado "No me grites, por favor" en el que os explicaba, entre otras cosas, como una mujer le había alzado la voz a mi bebé, que por aquel entonces tenía 6 meses, para que se callara. Una perla, vamos.Bien, hoy os quiero hablar de algo que también me molesta que hagan con mi bebé y, sobre todo, que lo hagan cuando yo he dicho que no: darle algo de comer.Mi hijo, que pasado mañana cumplirá 11 meses, está aprendiendo a comer sólidos. Para quienes conocéis y/o practicáis la BLW (Baby-Led Weaning) pensaréis que vamos un poco lentos, y es verdad, pero como ya se ha dicho muchas veces, cada bebé tiene su ritmo. El caso es que mi niño todavía no se maneja muy bien con los sólidos y se suele atragantar, así que siempre que le doy de comer estoy muy pendiente de él, no lo pierdo de vista, y practicamos a diario. Tengo que decir que lleva unos días dando pasos de gigante en este aspecto y me sorprenden sus avances.Bueno, pues, a lo que iba: no quiero que nadie le dé de comer a mi hijo. (Entiéndase, no me refiero a su comida habitual, que lo mismo se la doy yo, que su padre, que la abuela o la canguro cuando ha sido necesario). Seguro que os ha pasado más de una vez que una vecina, amiga, la abuela, una tía... le da de comer a vuestros hijos cualquier cosa (muy típio en Navidades querer darle turrón a un bebé ("Pero si es del blando!") o chocolate, por ejemplo), sin vuestro consentimiento.Yo, rápidamente pongo cara de perro mosqueado, y digo "¡No, no le des de comer eso!", aunque a veces es necesario repetirlo, dar explicaciones, y volver a poner cara de perro a punto de morder, para que alguien obedezca mi petición.El pasado sábado viajé, una vez más, en AVE de Málaga a Manresa y viví la siguiente situación: En la estación de Córdoba subió un matrimonio, ella con cara de malá follá de la que no tardó en hacer gala en cuanto se dió cuenta de que en el portaequipajes superior no cabían sus maletas porque esta ocupado por "mis cosas" (la sillita del cochecito, la estructura del cochechito, la canastilla, una bolsa con comida y mi chaquetón...): "Aquí no cabe nada, la gente tendría que respetar su sitio". Que digo yo, dónde pretendía que yo metiera mis trastos, y si tiene queja del poco espacio que hay disponible en los trenes, que le ponga una reclamación a Renfe, ¡a mí qué me cuenta!Durante las siguientes 3 horas y 40 minutos que compartimos trayecto una enfrente de la otra apenas me dirigió la mirada, ni a mí ni a mi niño que llevaba colgado a mi pecho en mi portabebés. En cuanto se anunció por megafonía la estación de mi destino, me levanté con mi niño a cuestas, lo quité de mi mochila y lo senté en el grupo 0, para poder bajar todos los trastos del portaequipajes y montar el cochechito, todo esto sin perder a mi hijo de vista y sujetando como podía la sillita para que no se cayera. Y cuál fue mi sorpresa, cuando una de estas veces que miro a mi niño lo veo con un pedazo de pan en la mano que se llevaba a la boca. Un trozo del bocadillo de atún que la señora se estaba comiendo. "Señora, mi hijo todavía no come atún, no se lo dé por favor""Ah, pues espera, que le doy un trozo que no tenga atún"."No hace falta, en cuanto nos bajemos le daré de comer".Sigo colocando mis cosas con la ayuda de un pasajero, y cuando vuelvo a mirar a mi hijo lo veo metiéndose un pedazo de pan en la boca: "Señora, perdone, no le dé pan, que el niño todavía no controla los sólidos y se puede atragantar, y ahora no tengo tiempo de estar pendiente de eso". Y continúo con mi trajín de montar el cochecito y colocar todo sin dejarme nada. Y la señora, ¿qué creéis que estaba haciendo?, efectivamente, ¡seguía dándole el pan a mi niño!. Suerte tuvo que el marido ya se dio cuenta de que me estaba molestando y le dijo "¡Niña, ¿no te ha dicho que no le des?!", porque estuvo al canto de un duro de sufrir en sus carnes mi mala leche, que de buena gana le hubiese quitado el trozo de pan a mi niño de la boca y se lo hubiese lanzado encima de la mesa. Porque tengo educación, más que ella, pero no la conocía de nada y me hubiese quedado tan ancha.Vamos a ver si se enteran todas esas personas que tienen la manía de darle de comer a los hijos de los demás, y muchas veces en ocasiones bastante inoportunas. ¡Esténse quietas, coño!, jopeta! Que a mi niño le doy de comer yo, que sé qué y cuándo tiene que comer!¿Alguien me puede explicar por qué la gente tiene esa mala costumbre? ¿Por qué no me ofreció el trozo de pan a mí? ¿Por qué creen que los niños siempre están dispuestos a comer lo que les den, como si fuesen perrillos o palomas del parque?¿Os ha pasado alguna vez algo así? ¿Cómo habéis reaccionado?Un abrazo.