El fenómeno belénico estebanóico amenaza con desbordar cualquier
contención ética, para inundarnos con su ordinaria omnipresencia.
Hasta Juan Luis Cebrián ha tenido que tomar cartas en el asunto,
precisando que en el Parlamento hay gentes de peor catadura
moral e intelectual que Belén Esteban.
No diré yo lo contrario, pero de ahí a comparar a la Princesa del
Pueblo con Evita Perón hay un abismo históricocultural que no se
lo salta ni Jorge Javier Vázquez con dos wodkas de más.
Y no sólo porque la Duarte matrimoniara con un Jefe de Estado tan
novelero como Juan Domingo y ejerciera una fascinacción real sobre
los descamisados con su regia presencia, sino porque, aunque
sea a nivel literario, una chica de barrio madrileño difícilmente puede
transmitir el glamour porteño de una mina de arrabal. ¿No es cierto?