Ya se está acabando este #miercolesdesuerte y después de mucho trabajo me siento delante de una pantalla en blanco. Habría dicho folio en blanco pero esto de escribir a mano es demasiado hipster para mi. Bueno, que una semana más se supone que tengo que hablar de algo interesante. Buscar alguna cosilla, truquillo o ejemplo que te aporte un poco de suerte. Aunque sea una sesión de risoterapia, que aunque no sirva para aprender mucho, te saca una sonrisilla. Y aquí estoy, dándole vueltas a la cabeza.
Como ya te conté la semana pasada, de vez en cuando algún conocido suelta algún comentario haciendo referencia al blog o a los ya “famosos” miércoles de suerte. Después me mira como diciendo: Si tío, te he leído y me acuerdo. ¿Cómo tas quedao?
Y la verdad es que yo me quedo sorprendido. Porque por más que lo publique en Facebook dónde tengo a mis amigos, amigos de mis amigos y conocidos de los amigos de mis amigos; por más que tenga algún que otro seguidor en Twitter, siempre sorprende ver que realmente hay alguien al otro lado y que le ha calado alguna de las cosas que se me ocurre. Sobretodo me gusta ver como los miércoles se están conviertiendo en #miercolesdesuerte.
Así que le digo que estoy sorprendido de que me lea y le pregunto qué le parece. No sé si por educación o de verdad, pero ese tipo o tipa me dice que le gusta. Que me lee de vez en cuando y que tal o cual entrada le gustó mucho. Dirás que te estoy mintiendo pero te prometo que es verdad. A ver, siendo sinceros, supongo que la gente que ha leído el blog y no le gusta se lo calla porqué ¿para que meterse en un berenjenal de quedar mal conmigo?
Total, después de esa conversación (que como ves es bastante formal) llega la pregunta mágica. Curiosamente la mayoría de gente me pregunta lo mismo: ¿Escribes todos los miércoles?? ¿Cómo haces para que se te ocurran los temas?
Yo suelo contestarles con los truquillos más básicos. Les cuento que cuando me pasa algo o hablo con alguien estoy atento a aquellas cosillas que puedo compartir los miércoles. Además, cuando me llega la inspiración divina en la ducha o en el baño, me apunto las ideas. Así, cuando llega el miércoles consulto mi “temoteca” para ver que escribo. Pero claro, a veces me paso una semana sin ninguna idea brillante y cuando abro mi nevera de ideas veo que solo tengo media cebolla que no da ni para una ensalada.
¿Y que haces entonces? Te preguntarás y se preguntará toda España (parafraseando a Manolito Gafotas). ¿Qué haces en esos momentos en que no tienes temas en la reserva y tienes que escribir? Pues entonces aplico el truco que quiero compartir contigo esta semana:
Cuando quieras hacer algo, hazlo.
Yo cuando quiero escribir una entrada y no sé ni cómo empezar, simplemente empiezo. Me pongo a hablar con la hoja en blanco contándole que no se me ocurre ninguna genial idea para hoy. Y cuando llevo un rato hablando con el papel, él me responde (lo sé, muy hipster). Sin saber cómo, una idea me ha llevado a otra y de pronto tengo un tema en las manos. Entonces lo releo, lo extraigo y vuelvo a empezar de cero a escribir con el tema. ¿Y sabes qué? Al final me sale una entrada.
Como puedes ver, no soy ningún genio de mente infinita. Soy, en el mejor de los casos, un tipo normal como tú con un truco. Como diría Goyo Jiménez: cuando quiero hacer algo, no lo digo, lo hago.
Como comprenderás, todo lo que escribo no sirve de nada hasta que sale el tema. No son más que tonterías. Pero esas tonterías son las que me llevan hasta la entrada. Así que ya sabes, no importa que lo primero que hagas no sea de calidad, hasta que no te pongas no encontrarás el hilo para hacer algo bueno.