Una anécdota de mi trabajo: Un compañero se mofaba de otro reprochándole que un tipo de su categoría no podía ir por el mundo con el modelo de teléfono móvil que llevaba (curiosamente el mismo modelo que el mío, que me regalaron al cambiar de operadora). En suma, una persona que posee un bien de consumo determinado se considera socialmente por encima de otra que no lo tiene, aunque esta le triplique en ingresos anuales. Un clase media que adquiera determinados productos puede simular que tiene un estatus superior y hasta se creerá que realmente lo tiene. De hecho eso es lo que nos ha pasado a los españoles en los últimos 30 años, que nos hemos creído que estamos por encima de nuestro poder adquisitivo real. Y así nos va. De esta forma, es muy difícil identificar a aquel que pertenecen a tu misma clase social… y si lo identificas, el otro, en muchas ocasiones, te rechazará, considerándose superior. No admitirá que es tu igual. De este modo ¿cómo va a haber lucha de clases si estas no pueden identificarse? Desde luego, casi nadie se sitúa motu proprio en la clase más baja. Recuerden, no hay obreros, ni proletariado. Esta es la única explicación posible a que en determinados barrios y distritos considerados tradicionalmente obreros (¿Recuerdan el famoso cinturón rojo de Madrid?) gane el Partido Popular de Esperanza Aguirre por mayoría absolutísima. Porque no me creo que el PP represente a los trabajadores, que diría la señora Cospedal.
En el cinturón rojo de Madrid ya no hay obreros.
¿Te cierran las guarderías públicas, recortan el presupuesto de la enseñanza pública y te obligan a ir a colegio privado de pago, bloquean las ayudas a la asistencia, se dilapida en obras faraónicas para que luego los proveedores se arruinen por no poder cobrar, suben la tasa de basuras, crean campos de golf en el centro de Madrid en lugar de parques, se regala terreno verde a la Iglesia, se privatizan el Canal de Isabel II…? No me importa. Yo no soy del lumpen proletariado ese, yo soy de clase acomodada, pago mi piso hipotecado en una urbanización de Alcorcón, poseo una tele de plasma para ver las telenovelas y el Telecinco, que mola mogollón; un todoterreno gigante que pago a plazos, la Xbox, el iphone y un móvil que te cagas, mis hijos estudian en un colegio concertado de frailes que me los llevan rectos como una vela, en verano nos vamos al pueblo y en Navidad cantamos villancicos en casa de mi suegra, que nos invita a cenar. ¿Qué más puedo pedir? ¿Libros? Ya tengo uno. ¿Cine, teatro, exposiciones…? Eso es muy caro. ¿Pa’qué si lo veo todo por la tele o me lo bajo pirata de internés? ¿Viajes al extranjero para conocer otras culturas? Ya voy a Madriz de vez en cuando, ¡jua, jua!, que es como ir al extranjero de lo que se tarda en llegar por esa mierda de carretera atestada de coches que van a los hiper. Bueno, alguna vez, haciendo un esfuerzo con la pasta, voy al fúrbol o los toros cuando vienen el Jesulín, eso sí… y también a una pelu pa’que me hagan este corte guay que ves, asín, de pico. ¿mola que no? Ah, también tengo unas zapatillas de deporte marca Molonguis que es lo que se lleva. Lo malo es que no paro en casa, me hincho a hacer horas extras en la fábrica que pagan como la mierda, no veo a los niños, que están solos todo el puto día ante la tele viendo como esas guarras se insultan en Telecinco, comemos lo más barato del mercado porque el sueldo no da para más (así estamos, superobesos), tengo que pegar algún que otro sablazo porque no me alcanza hasta final de mes y eso que mi mujer se ha puesto a fregar escaleras… Y el fin de semana estoy hecho polvo y no puedo salir con el todoterreno a joder el campo porque además a partir del día 15 no tengo pa gasolina. Lo que me jode es que los cabrones de los niños no paran de pelarse por el puto mando. ¡Para esto los llevo a un colegio de curas, hostia puta! Eso sí, el domingo vamos a votar a la Espe que es muy grasiosa, tiene mucho salero y dice las verdades como puños. Menuda es ella, si hasta nos trajo el metro a Móstoles. ¿Ah, que fue Gallardón? Bueno, qué más da, si son de lo mismo, ¿no?
Esta ideología, hoy dominante, se ha impuesto paulatinamente, de forma silenciosa, subrepticia, sin hacer ruido. Es la ideología que convieneal poder establecido, a la oligarquía que gobierna el mundo, la que maneja el Mercado. La ha introducido en nuestros cerebros a través de los medios de comunicación, con su publicidad y sus programas basura, subvirtiendo el valor de las cosas, dando preponderancia al consumo y a la acumulación de objetos que bien mirados no tienen valor alguno. No es nada nuevo. Ya lo hicieron los españoles con los indios americanos al cambiarles cuenta de vidrio por oro, y luego lo hicieron los ingleses y después los yanquis con los aborígenes de América del Norte. ¡Quien tiene una cuenta de vidrio es un privilegiado que es halagado por los demás!
¿Qué podemos hacer para evitarlo? Muy poco, sinceramente. La única forma es elevar el nivel cultural de la gente, para que sepa discernir y no le coloquen gato por liebre. Pero como los que nos dominan lo saben, ya se encargan de que la cultura alcance a los menos posibles, además de crear intelectuales de pacotilla, comprados, falsos, faltones, entreguistas y machistas, cuando no puros delincuentes.