No lo puedo permitir

Por Aceituno

La naturaleza es una de las cosas que más echo de menos. Nadar en el mar, bucear, hacer senderismo…. son cosas que me encantaba hacer y que ya nunca más podré. Con eso tengo que aprender a vivir, pero al fin y al cabo son actividades que sí practiqué, y mucho, así que me queda el recuerdo y el orgullo. Lo malo son las que, por una u otra razón, nunca llegué a realizar. Esas sí me dan miedo.

Miedo por no haber sido valiente, miedo por darme cuenta ahora, de que ya es demasiado tarde, miedo por lo que pudo haber sido y no fue. Cosas como tirarme en paracaídas, ala delta, puenting… siempre lo deseé pero nunca di el paso porque no se me presentó la ocasión y ahora maldigo por ello. Me asusta darme cuenta de que en la vida hay muchas más cosas por hacer de las que hice y que esas cosas ya se fueron, se me escaparon entre los dedos y ese tiempo perdido no volverá jamás.

Es como si me doliese el futuro, como si me sintiese menos vivo y más marchito, más roto y más frágil.

Es posible que ahora mismo también haya cosas que no hago y que dentro de un tiempo me arrepienta profundamente de no haber hecho. Uno nunca sabe. Lo que sí sé, es que es horrible la sensación de haber desaprovechado una ocasión. Un amigo mío, en un alarde de romanticismo y poesía suele decir “polvo que no te echas, polvo que no recuperas”. Y se queda tan ancho. Pero más allá del contenido, la gran verdad es que mi amigo tiene toda la razón. Porque, digo yo, que si no se te presenta una ocasión, pues nada, la generas y se acabó. De eso sí se, de generar ocasiones donde no las había, crear oportunidades de la nada, donde solo había vacío.

Las imágenes de hoy evocan, en cierto modo, esa naturaleza que se me escapó. Tengo suerte porque viví profundamente, pero basta una mirada fugaz al pasado para sentir dolor, un dolor agudo, frío e injusto pero necesario para no olvidar. Dado que mi futuro se presenta casi inexistente, lo peor que me podría pasar ahora sería perder también el pasado. Eso no lo puedo permitir de ninguna de las maneras porque el presente es tan fugaz que, antes de darnos cuenta, ya se ha ido para siempre.