“¿Por qué tiene que haberme dicho su nombre?” se pregunta Natalia.
Desde hace un tiempo coinciden cada mañana. Se saludan y cruzan intensas miradas cuando a primera hora de la jornada sacan a pasear a Luca y Danko, sus respectivos perros.
Últimamente también se encuentran al atardecer. En ocasiones solos y otras veces con sus parejas.
Natalia es lo primero que mira cuando saca a pasear a Danko, busca a ese hombre misterioso. A esa persona que le revoluciona el cuerpo, que le excita desde lejos. Por eso, ella se arregla cuando va con Danko. Si un día sale más descuidada y se da cuenta que él está, Danko paga las consecuencias: corriendo de vuelta a casa.
Le gustaba ese juego inocente, donde solo las miradas mostraban las cartas. No sabían nada uno del otro. Hasta hoy. Cuando Stephan, que así se llama él, ha iniciado la conversación con ella. Tras el rutinario intercambio deholas, se ha acercado a preguntarle el nombre de su perro:
S: ¿Cómo se llama?
N: Danko
S:..ah…¿y tú?
N: Natalia
S: Yo Stephan
Solo recordar la breve conversación hace que Natalia se excite. No por las palabras sino por el paso dado. Por eso, aunque se moría de ganas por estar cerca de él, cuando Stephan le dijo su nombre, ella le respondió con un “encantada, me tengo que ir”.
Sabe que ha sido cortante, que ella le estaría maldiciendo si la situación hubiera sido a la inversa pero así es Natalia. Le gusta jugar pero solo si ella controla la baraja. Sabe que la atracción es fuerte y le da miedo avanzar, no quiere engañar a su pareja. Disfrutaba con sus encuentros, con el misterio…Le dijo su nombre. Para ella, se acabó el juego. Game over.
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