'No me llamen ilusa', ocho años después

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace unos ocho años escribí el texto que aparece más abajo. Fue a raíz de este anuncio de la ONCE en 2003:

Léanlo… ¿les parece que sigue de actualidad?

“No me llamen ilusa…

En estos días que corren todo es difícil. Es difícil ser madre, pero también es difícil plantearse no serlo… Es difícil encontrar trabajo, es difícil conservar un trabajo y a su vez es difícil tener un trabajo en el que estemos a gusto y nos sintamos felices… Es difícil decidir a quién votar, porque se va perdiendo la confianza, y es difícil no votar, porque muchos conservamos ideología y, además, recordamos a los que murieron por adquirir ese derecho. Qué menos que ejercerlo… Es difícil llegar a fin de mes y es difícil no sentir remordimientos cuando nos damos un lujo ocasional que nos hace apretarnos el cinturón… Es difícil vivir de alquiler y es aún más difícil comprar una vivienda…

Es difícil ser joven. Es difícil ser viejo. Es difícil ser persona…

Pero hay algo que no es difícil. Hay algo que todos podemos hacer y que, gracias al cuponazo, estamos recuperando: las ganas de que nos toque un dineral y dejemos de ver las cosas tan difíciles. Jamás me he sentido tan miserable como cuando he empezado a dejarme llevar por esta campaña donde me venden que la única forma de ser libre (que no feliz) es que te toquen los millones del cuponazo. No me llamen ilusa. Llámenme desgraciada, porque así es como me siento cuando pienso en lo libre que podría ser y que, probablemente, nunca seré. En realidad, nunca antes me había planteado las cosas de este modo, quizás porque antes estaba imbuida en las dificultades a un ritmo tan frenético que no podía levantar cabeza y soñar… Me aferraba a la realidad del día a día y sentía que era muy afortunada por tener piso, trabajo, coche de segunda mano y alguien a mi lado para quererme.

Pero últimamente he tenido un respiro. Y cuando alzo la vista ¿qué veo? A la “Cabra Mecánica” diciendo que se conforma con que no se le peguen las lentejas. Y empiezo a preguntarme… ¿qué harías si te tocaran esa burrada de millones? Como si fuera el hada madrina, empiezo a repartir tranquilidad, paz, serenidad… ya no hay más preocupaciones para nadie de mi entorno. Ya podemos respirar a fin de mes. Pagamos el IBI, la basura, el seguro del coche, la tasa del vehículo, los seguros de vida, el seguro de la casa, la comunidad, el teléfono, el agua y la luz sin preocuparnos en saber cuándo se lo van a cobrar… Me planteo ser madre sin reticencias porque podré llevar a mi hijo a los mejores colegios y a los mejores médicos. Mis padres estarán atendidos cuando sean mayores y vivirán su retiro como se merecen. Podremos viajar sin tener que hacer cuentas de la última peseta. Tendré el coche más seguro del mercado. Tendremos una casita en el campo. (…)

Pero estoy cansada de soñar. Porque si yo, que soy afortunada porque tengo casa, coche y trabajo, no paro de soñar, me pregunto cuánto sufrirán aquellos que no tienen mi suerte. ¿Soñarán acaso con lo que yo tengo?”.