El otro día en una cafetería un hombre le dio una torta a su mujer, otros hombres y mujeres se levantaron lo sujetaron y le reprobaron su acción para después llamar a la policía. El hombre argumentaba que ella le había faltado al respeto, que había sido desobediente. El comportamiento es totalmente injustificable, la reacción de los allí presentes lógica. Pero cambien los protagonistas: el hombre, un padre; la mujer, un niño.¿Qué pasaría? Pues alguna mirada incómoda, algún movimiento de cabeza y poco más.
Comenzamos por el final, pensar que una torta va a solucionar un problema futuro es pensar de una manera antigua, retrógrada y en mi opinión equivocada. Haciéndolo, estamos además, incumpliendo las leyes. El código civil prohíbe de forma expresa cualquier tipo de violencia contra un menor. Si defiendes la violencia, defiendes el incumplimiento de la ley. No tenemos derecho a pegar a un niño, ni mucho, ni poco, ni nada. No hay justificación.
A partir de aquí se complica todo, el famoso juez Emilio Calatayud y el Papa defienden un cachete a tiempo si el objetivo es corregir y no lleva violencia implícita. Cómo puede la violencia no llevar violencia es un misterio para mí. Hoy escribo en la piel del menor una figura siempre en desventaja ante un adulto, siempre con el el adulto como referente y modelo. No quiero juzgar a nadie, todo el mundo puede perder los nervios, pero quiero decir que nos es justo, ni ético, ni educativo, que yo estoy en contra y que nunca lo he hecho y espero no hacerlo.
No me peguéis.
No me enseñas, no me corriges, no aprendo. Siento pánico, no entiendo nada y me quedo roto, roto de tristeza o roto de ira. No puedo pensar ni entender y aprendo que la violencia es la solución para algunos problemas.
Si no funciona papá, mamá, qué haréis, ¿pegarme más fuerte?¿más a menudo? Cada torta tendrá menos resultado, me hará más inmune a la violencia y más débil por dentro y por fuera.
Te veo con la mano levantada hacia mí, con ira, y yo te quiero tanto, confío tanto en ti, me fijo tanto en todo lo que haces¡No entiendo nada! Las lágrimas me caen por las mejillas y tengo pensamientos contradictorios. Seguramente me lo merezco, soy un poco tonto y malo. Voy a aprender, lo hacen porque me quieren..
Hoy sólo he venido a decirles que el amor no puede venir con cachetes, que la violencia es el fracaso del educador, que hay otros caminos. Los niños nos llevarán al límite, nos harán enfadar, pero son niños y son nuestros hijos, nuestra responsabilidad. Amarlos y educarlos es un placer y una obligación. Creo que pase lo que pase pegar no es ni amar, ni educar, ni enseñar.
Lo que a mí me funciona en estas situaciones es ir a otra habitación, contar hasta diez, respirar, abrir la ventana y volver más tranquilo. Cuando no hay ira por mi parte, basta con decirle que lo entiendo, que entiendo que esté enfadado, que entiendo el motivo, y esto dicho con dulzura lo tranquiliza y lo relaja. Al final lo más importante es que el amor se imponga a la rabia.