No salgo de mi asombro desde hace unos días, justo cuando me tropecé con este folleto en las redes sociales. Sí, es de Cáritas, por si se les ha abierto la boca y no consiguen cerrarla, como a mí, porque hablamos de una ONG que diferencia “personas en general” de “gitanos” y que se dedica, entre otras muchas cosas que desconozco, a ayudar a personas con dificultades y en situación de exclusión social.
Rápidamente llegaron las justificaciones y las disculpas de la entidad en A Coruña, autora de este terrorífico folleto (igual pensaron que los gitanos son de Gítaner, un planeta de ese universo infinito). Que la nota era de hace 15-20 años fue la respuesta que dio el máximo responsable provincial de Cáritas. ¡Oh, cielos! Si metes la gamba a lo bestia, por lo menos búscate una mejor respuesta. Que no digo que no fuera cierta, pero es de esas explicaciones que resultan peores que el propio error.
Hay situaciones en las que, al menos a mí, no me valen las disculpas, porque hablamos de actitudes, no de errores. Esta nota me habla realmente de beneficencia y no de solidaridad, de que la sociedad se divide en gente pudiente que ayuda a la gente pobre en un acto caritativo −como donar ropa−, en vez de en colectivos que luchan por hacer una sociedad más igualitaria, independientemente de su posición económica, raza, tendencia sexual o religión.