Adam McKay se está convirtiendo en una especie de eficaz cronista de nuestro tiempo. Su mirada aguda, que ya pudimos disfrutar en sus anteriores obras, La gran apuesta y El vicio del poder, utiliza la sátira para diseccionar la sociedad actual y sus grandes males: el individualismo, la crisis económica permanente, la dependencia de la tecnología y el conformismo con quienes nos gobiernan. En No mires arriba el descubrimiento de un meteorito en rumbo de colisión hacia la Tierra y la ceguera de la sociedad - liderada por los de arriba - frente a la catástrofe inminente nos recuerdan muchos episodios actuales que, aunque van más despacio, nos encaminan al desastre, como el cambio climático. Si la película ha tenido un éxito tan fulminante y ha generado tanto debate, es porque ha sabido tocar una fibra sensible que intentamos negar a nivel social, pero conocemos íntimamente a nivel individual: quizá los recursos se están acabando, quizá se ha llegado a un punto en el que la Tierra no soporta más nuestra forma de vida y hemos de reinventarnos como especie. La llegada del coronavirus y el negacionismo de nuestros gobernantes en los primeros instantes, a pesar de lo que estaba sucediendo en el país de al lado, configuran también esa sensación de huida hacia delante permanente que caracteriza a nuestros políticos. Quizá el mejor personaje sea el del gran triunfador, multimillonario tecnológico que tiene la genial idea, aplaudida por todos, de aprovechar los metales del meteorito para crear una nueva edad dorada para la economía, obviando la realidad de la destrucción inminente. Lo verdaderamente escalofriante de esta película es que su argumento ya no es tan inverosímil como podría serlo si se hubiera estrenado hace solo unos pocos años.P: 8