No, no me gusta....

Por Desdece

¿No les sucede que hay cosas que no les gustan? A mí sí. Ahora, ¿no hacen, nunca hacen cosas que no les gustan? Yo sí.

Muchos dirían que hacer solamente aquello que nos gusta es un lujo. Yo creo que es fantástico trabajar de algo que nos guste y es una maravilla poder vivir de eso. Pero no estoy pensando en el trabajo, hay cosas cotidianas que no tienen porque ser lindas o feas, hay cosas cotidianas que dan trabajo y que son necesarias. Limpiar es una de esas cosas, mantener el orden es otra. A mi no me gusta limpiar. Sin embargo, me encanta tener la casa limpia y ordenada. Entonces, limpio y ordeno. O mantengo la limpieza y el orden, según la época que sea. 

Cuando uno vive solo es fácil. No hay un otro para opinar o criticar sobre los modos de ordenar o no mantener ordenado, sobre si está limpio o sucio. Pero la convivencia trae sus cosas y luego de pasado el tiempo de "todas son rosas" uno comienza a ver que cada persona tiene sus propios criterios (o no los tiene) sobre estos aspectos y también, sus niveles de lo que considera limpio y sucio. Y puede no haber coincidencia.

La verdad es que no conozco a nadie al cual le moleste vivir en un lugar limpio. Conozco una variedad de tantísimas personas, cada una con su propio criterio de lo que es "sucio". Entonces, el panorama de la convivencia se complica.

Digamos que al principio, en la primer etapa de pareja formada y conviviente, hay tratos sobre quienes, como y cuando se realizan los quehaceres domésticos. Como no soy ni machista ni feminista, creo que todos los humanos capaces de ensuciar que habitan bajo un mismo techo y disfrutan de un ambiente limpio tienen la obligación de aportar en la higiene de ese ambiente limpio. Al principio las reglas son claras y las tareas compartidas... Bueno, a veces existen altibajos y reajustes. 


El problema surgió al llegar la paternidad, ya que por algún extraño motivo estos acuerdos caducaron. Y todo, todo se vuelve caótico. Se vacían las alacenas, la casa da asco, nadie hace las camas, se acumulan los platos... bueno, quizás exagere un poco. Lo importante cuando llega el cachorro, es justamente, el cachorro y es genial. Y el resto no importa hasta que se convierte en un todo caótico.

Con el tiempo el retoño crece, comienza a llevarse cosas a la boca, a gatear... entonces, dejar todo en cualquier lado es un problema. También es un lío que todo este sucio. La alimentación de una madre que amamanta debe ser nutritiva y variada, no ir a hacer las compras, no saber qué comprar  y comer seguido comida comprada no lo es. Todo esto se potencia cuando la mamá vuelve al trabajo. Entones, llegando al año del cachorro los pactos iniciales tendieron a resurgir. Sin embargo, por alguna extraña causa (o más de una) no hay forma de que las dos partes cumplan lo pactado. Entonces, acá estamos en el punto del desequilibrio. Ambos papás tenemos un desquicio absoluto de tareas y obligaciones laborales. Ambos quedamos atrasados y tenemos una gran lista de cosas pendientes. Quizás por aun ser una puerpérea maternante, me es más fácil mandar todo al carajo y, pensando en la higiene del hogar, porque el cachorro usa TODO el hogar, dedico mi escaso tiempo a higienizar, ordenar, hacer compras. Lo genial, es que muchas cosas las hago con una sonrisa, mientras mezclo las tareas domésticas con algún juego y así incluyo al cachorro. Hago lo mínimo, pero la casa es grande y tenemos muchas mascotas.Y si, claro, hago cosas que no me gustan si las pienso. Pero alguien tiene que hacerlas y me desordena el desorden, entonces cedo y guardo los platos limpios, doblo y ordeno ropa infinidad de veces, doblo y guardo los pañales ecologicos, tiendo camas. Son tareas sencillas pero tediosas, porque duran poco. Son infinidad de mini detalles que tiene mi cabeza, que ocupan mi mente y que en el cotidiano como que no se ven. ¿Alguien ve si se acaba el papel higiénico que haya más para poner, por ejemplo? Listas mentales, ya les había comentado que armo listas mentales.... ufff

Esta invisibilidad mantuvo por momentos la casa a flote, pero luego comenzó mi fastidio. Claro, mi contraparte hacía la plancha (Nota: aclaro que no es que no hacía nada. Cosas sí hacía, pero otras). Y comenzó la tensión. A fin de evitar disgustos, luego de varios encontronazos, no se cómo llegamos a que no le agrada doblar la ropa, guardar los platos. ¿Ustedes hacen cosas que no les gustan pero que son necesarias? Yo sí. Ese es mi problema. Por eso dejé de hacerlas y ya nadie mas guardó nada, y los pañales estuvieron amontonados por ahí, el polvo se acumuló en los rincones, crecieron las telarañas, se acabaron las listas mentales... Me sentí mentalmente aliviada pero rodeada de caos, con lo cual mi semblante no era de felicidad. Estaba triste. Y sucedió otra charla. Es necesario hacer cosas que no nos gustan porque necesitamos un lugar que sea confortable para vivir. Llanto de mi parte para desahogarme. Silencio de la contraparte. Y generar nuevos pactos, que en esta familia de tres que estamos formando, busquen mantener el equilibrio que supimos tener. La aventura de estos días.