De la conversación a la discusiónSituaciones como la que he descrito ocurren con frecuencia entre compañeros de trabajo, incluso entre amigos o con la pareja. De repente, empezamos a discutir, y a base de pequeñas discusiones, nos instalamos en el conflicto y acabamos sin dirigirnos la palabra. ¿Cómo se produce el paso de la conversación a la discusión?. Normalmente no ocurre porque el otro no esté de acuerdo con lo que decimos, sino porque lo que decimos le afecta emocionalmente, y provoca en él una reacción. Y lo mismo ocurre con nosotros. Lo que el otro nos dice, independientemente de que estemos de acuerdo o no, activa dentro de nosotros algún resorte emocional que nos hace reaccionar. Con sus palabras nos sentimos juzgados, amenazados, o en algunos casos hasta cuestionados o despreciados, y esto nos hace reaccionar, rechazando lo que el otro nos dice y devolviendo el ataque experimentado en forma de crítica, desprecio o incluso insulto. A partir de este momento, ya no hay conversación posible, porque ni escuchamos ni entendemos. Y ni nos escuchan ni nos entienden. Ya no respondemos, sino que reaccionamos. La conversación se ha transformado en discusión, con pocas probabilidades de que haya ningún tipo de acuerdo.
Decimos lo que pensamos, comunicamos lo que sentimos.En la mayoría de los casos,el problema no es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Hemos de buscar más allá de las palabras para comprender por qué la otra persona reacciona emocionalmente a lo que le hemos dicho. Generalmente, entre lo que creemos que decimos y lo que de verdad comunicamos suele haber una gran diferencia. Y esta diferencia viene dada por nuestros sentimientos, que pueden dar un significado muy distinto a las palabras. Si estamos enfadados, comunicaremos al otro nuestro enfado, digamos lo que digamos. Igual que si sentimos ira, se la comunicaremos. Si yo siento desprecio por la persona que tengo delante, esto es lo que le transmitiré aunque le esté dando una alabanza. Muchas veces creemos estar comunicando algo y en realidad estamos dando un mensaje muy distinto, que es el que provoca la reacción emocional en el otro, porque comunicamos lo que sentimos, nada más que lo que sentimos, y utilicemos las palabras que utilicemos para hacerlo.
Primero comprender, después ser comprendido.Cuando se abandona el camino de la conversación, y se cae sistemáticamente en la discusión, se entra en una espiral destructiva que se retroalimenta y de la que es difícil salir. Para romperla es necesario dar un primer paso que consiste en, por un instante, olvidar el punto de vista propio e intentar comprender el punto de vista del otro. Comprender su punto de vista no significa estar de acuerdo ni compartirlo, simplemente aceptarlo como legítimo. Si somos capaces de hacerlo, pueden cambiar las cosas y pueden desencadenarse las iniciativas para salir del conflicto. Pero es necesario que una de las dos personas haga el paso, que se concentre en la otra persona, e intente ponerse en su piel, averiguando por qué actúa de esta manera o porqué tiene esta opinión. Si es capaz de hacerlo, dejará de reaccionar a sus palabras y tomará el control de sus actos.
Diálogo antes que discusiónPara poder abordar el conflicto entre dos personas que no se hablan, es importante hacer una distinción entre dos conceptos básicos: discusión y diálogo. Discutimos sobre cosas (ideas, planes, decisiones a tomar… ) y dialogamos sobre emociones (qué siento yo respecto a ti, y que sientes tu respecto a mi). Cuando una relación se ha roto, es inútil intentar discutir nada antes de haber dialogado. Hacen falta muchas horas de diálogo sobre lo que sentimos el uno del otro, sobre lo que nos ha separado, antes de poder afrontar cualquier discusión.
Estar en contacto con nuestros sentimientosPara saber exactamente qué comunicamos es preciso que estemos en todo momento en contacto con nuestros sentimientos. Porque lo que sintamos en cada momento es exactamente lo que comunicaremos. Si intentamos comenzar un proceso de reconciliación con el otro, sintiéndonos enfadados, fracasaremos. Porque el enfado saldrá tarde o temprano. Es preciso pues, antes de comunicarnos con los demás, y especialmente si queremos abrir un proceso de diálogo para cerrar un conflicto, saber exactamente que sentimos. Y si notamos que algún sentimiento “nos tiene cogidos”, vamos a tener que dejarlo para otro momento.Es importante tener en cuenta que antes de resolver un conflicto con otro, debo resolverlo yo en mi interior. Debo deshacerme de la ira, la rabia, el enfado o cualquier otro sentimiento negativo. Sólo alcanzada la serenidad interna puedo plantearme el diálogo con el otro, porque si el conflicto sigue en mi, acabará saliendo y lo único que conseguiré es sumar una nueva batalla a la guerra abierta.