Entre los actos que he tenido esta semana, una tertulia con los Colegiales del Colegio Mayor Pedralbes, en Barcelona. Uno de ellos me preguntó si había tenido alguna "mala conferencia". Y claro que sí. Como los toreros, tengo el cuerpo cosido a cornadas. Unas cuantas. Algunas más graves, otras más duras y otras más dolorosas. Pero claro que si.
Es más, creo que es bueno de vez en cuando sentir el pinchazo puntiagudo de ese dolor que te tira por el suelo. Primero como cura de humildad, para bajarle a uno el orgullo en el que casi inconscientemente acaba instalándose y segundo para seguir alerta, sin confiarse, preparándose cada vez mejor, dejándolo todo en el ruedo.
Dicen que existe un método para eliminar de la memoria, sin dañar el cerebro, aquellas experiencias dolorosas y traumáticas que queramos desterrar para siempre. En tres sesiones uno puede borrar todo. Pero yo no quiero. Quiero tener ahí guardadas aquellas cornadas en Buitrago de Lozoya, La Granja de San Ildefonso, Sevilla, Zaragoza...
Cuenta Homero en la Odisea, que Ulises y sus compañeros, en aquel épico regreso a su casa después de la guerra de Troya, desembarcan una tarde en una isla desconocida. Ulises envía a algunos marineros a reconocer el terreno y vuelven informando que hay un pueblo pacífico y amable que les organizará una fiesta en su honor invitándoles a probar su comida.
La base de su alimentación es el fruto del árbol del loto. Algo parecido a los dátiles. Quien prueba su dulce sabor y su brillante textura cae en un placentero olvido. Se desliga de lo vivido y pierde la conciencia de quien es, de qué ha hecho y de a donde va.
Algunos compañeros de Ulises al comer el fruto se niegan a hacerse a la mar de nuevo. Como anestesiados, sólo desean quedarse donde están, sin proyectos, sin ataduras, sin volver al hogar. Ulises por la fuerza y pese al llanto de aquellos hombres, les obliga a embarcar y ordena zarpar de inmediato. Para él, olvidar es como desertar. Homero cree que necesitamos recordar para ser recordados. Y a todos nos gustaría ser sanamente inolvidables ¿o no?.