Hay escritores que tienen un don. Una capacidad innata para sacudir con sus frases el alma de quien las lee. No suelen tener un rostro famoso ni un séquito de fans que los atosiguen durante las Ferias del libro, pero cuando un lector da con alguno de sus textos no tiene más remedio que rendirse a la evidencia y quitarse el sombrero ante su dominio del lenguaje. Uno de esos tipos es Víctor del Árbol.
Hay escritores que tienen un don. Una capacidad innata para sacudir con sus frases el alma de quien las lee. No suelen tener un rostro famoso ni un séquito de fans que los atosiguen durante las Ferias del libro, pero cuando un lector da con alguno de sus textos no tiene más remedio que rendirse a la evidencia y quitarse el sombrero ante su dominio del lenguaje. Uno de esos tipos es Víctor del Árbol.