No por mucho madrugar... vas a ver amanecer

Por Sereah

Hace un par de noches me desperté sobresaltada. Viendo la luz que entraba por la ventana (consecuencia directa de que aquí no hay persianas) estaba convencida de que me había quedado dormida. Tuve que mirar dos relojes diferentes para creerme que eran ¡las 4.30 de la madrugada! Y ya era completamente de día.
Ademas las tardes son larguísimas. A las 10 de la noche, y si no está nublado, parece que es media tarde. ¡Vaya si se nota la diferencia de estar más al norte!
Esta es la otra cara de la moneda: durante el invierno, hubo muchas semanas en las que entraba al trabajo siendo aun de noche y cuando salía ya hacía horas que había atardecido. Desde luego, prefiero mucho más esta época.
El problema es que por muy cansada que esté, no me puedo ir a la cama temprano, mi cuerpo no acepta que me acueste siendo de día o cuando acaba de anochecer, y como no puedo echar siesta, pues me paso la mitad de los días zombie en el trabajo.
Definitivamente, voy a tener que empezar a tomar café.