No puedo negarte una sonrisa… (i)

Por Mbbp


¿Alguna vez has podido negarle tu sonrisa a un niño? ¿Alguna vez has logrado dejar de darle voluntariamente tu amor y tu cariño? ¿Por qué resulta tan difícil conseguirlo? ¿Por qué no dudamos en sonreirle o en darle nuestro cariño y amor? ¿De dónde sale mi sonrisa, para que brote espontáneamente en cuanto veo a un niño sonreírme? ¿Por qué, entonces, en muchas ocasiones me resisto a sonreír ante alguien más? ¿Cuánta energía gasto para evitar sonreír o sentir lo que siento, en cada momento?

Cuando un niño pequeño llega a mí con una sonrisa en sus labios, soy incapaz de dejar de sonreirle! Seguramente es porque el niño llega con su corazón expuesto… y la sonrisa -como el amor- es algo que tengo dentro y siempre preparado para salir, en cuanto la circunstancias lo requieran, solo tengo que tener mi corazón también abierto y dejarlo sentir. Pero, la verdad es que, cuando sonrío por el motivo que sea, me siento bien y hago sentir bien a quien hay a mi alrededor! ¿Por qué entonces obstinarme en negar una sonrisa o incluso proponerme poner una mala cara frente alguien concreto o en un momento dado, incluso renunciando a mis propios sentimientos?

A mí me cuesta poner una mala cara, lo reconozco! Aún sin ser una persona de carcajadas y escandalosas risas, mi rostro habitual dibuja siempre una sutil sonrisa, casi siempre! Mi cara es el fiel reflejo del Alma! Creo sinceramente que mi sonrisa refleja mi paz interior! Como también sé que no es algo que siempre haya tenido, pues durante demasiados años mi cara habitual era de preocupación y, cuando no, de malestar interior! Y esa paz interior que se trasluce cada día más en mi rostro, en mis palabras, en mis gestos cotidianos, despierta una cierta amabilidad en los demás y, por qué negarlo, en otras ocasiones, incluso inquietud o malestar en algunas personas! Hemos perdido el don de la amabilidad, palabra que, por cierto, proviene etimológicamente de “dar amor“. Nos guardamos dentro de nosotros ese don que se manifiesta casi siempre a través de una simple y espontánea sonrisa! Por eso será que compartir una sonrisa con complicidad es una maravillosa puerta abierta al amor!

Seguramente el tiempo, a través de la educación, los modales y la experiencia, nos ha enseñado a ocultar lo que sentimos, ante los demás e, incluso -y llegado el caso- ante nosotros mismos! ¿Cómo lo logramos? Por explicarlo de alguna manera sencilla, poniendo el “filtro” de la razón que hace que, ante una situación concreta o ante alguien determinado, nuestra emoción llegue a inhibirse o, al menos, lo haga su expresión! ¿Has vivido alguna vez una situación habitual con niños, como cuando acabas de enfadarte y de castigar a un hijo y, segundos después, él hace una diablura con gracia y te resulta casi imposible dejar de reir? No te deseo te pase, se pasa mal, pero es algo que hemos aprendido a hacer con una cierta maestría, en nuestro día a día de adultos, donde finjir lo que uno es o siente, está a la órden del día! Nuncas finjas, ni renuncies, ni escondas afectos o desafectos, lo pagarás muy caro… lo que consigas con ello, sea lo que sea, más tarde o más temprano se deshará como polvo entre tus manos… y te dolerá! Ama u odia tal como lo sientes, no te asustes, todo eso forma parte de ti y eres libre de sentirte así! Solo asústate si sientes o solo recibes indiferencia, porque significará que ya no eres tú! Pero si con tu sonrisa sincera arrancas otra sonrisa igual… es que está por fin despertando el niño que tienes en tu interior!

Te invito a escuchar una fantástica canción de J.M. Serrat que habla de los niños, nuestros grandes maestros para volver a ser quienes realmente somos y sentimos:

Esos locos bajitos (J.M. Serrat y J. Sabina)

Seguirá…

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