Leyendo esta entrada del blog de Mamá reciente (cada vez menos) he pensado que tenía que escribir sobre esto. Habla de que si existe un retraso en el lenguaje es muy recomendable acudir cuanto antes a un especialista para que lo valore, porque más vale prevenir que curar y porque en caso de ser necesario un tratamiento, cuanto antes nos pongamos a ello, mejor.
Acudir a un especialista, consultar, no quedarnos con la duda. Si hay algo en lo que podamos ayudar a nuestros hijos a superar las dificultades que puedan tener, ¿por qué no hacerlo? ¿qué ganamos esperando? Estimulación, terapia, como lo queramos llamar, eso nunca les va a hacer mal. El cerebro de los niños es maravilloso, cuanto más pequeños mejor. Si puede ser hoy, mejor que mañana.
Porque creo en ello firmemente, porque mi hijo mayor dejó atrás la sospecha del TGD gracias a la persona adecuada, desde hace un mes está yendo de nuevo con M.
Espero que entendáis que los motivos concretos los voy a reservar por respeto a la intimidad de mi niño del alma, que ayer cumplió 4 años. Dice mi marido que escribo esto con cara de pena pero aunque tenga lágrimas en los ojos, no es así. Mi niño bonito está bien, si por algo estamos preocupados (y ocupados) es porque pueda ser feliz. Y siendo diferente a los demás no creo que pueda serlo. Bloqueado por la gestión de algunas de sus emociones (como los celos) no creo que pueda serlo.
Supe que volveríamos con M. cuando este verano vi en varias ocasiones a unos niños reirse de él. ¡Cómo le puede llegar a doler el corazón a una madre!
No sé qué le pasa a mi niño, si es que le pasa “algo”. No sé por qué algunas cosas no son como deberían ser. De hecho, me importa un carajo que sea peculiar en algunas cosas, nosotros tampoco entramos en la media. No sé si tiene nombre, no lo creo, tampoco me interesa. Lo único que tenía claro mientras ayer soplaba sus velas es que no voy a consentir que sufra por cosas que tienen remedio. Por ahí no paso.