¿Cómo lo resolverás?: averiguarás la dirección de la simpática pareja que lo trajo a la vida (usarás el ingenio, la autora confía ciegamente en ti) y te presentarás de sorpresa el domingo en el almuerzo familiar.
¿Qué harás si su rostro no expresa júbilo alguno al verte?: le dirás que fue idea de su madre, que ella te invitó (esa buena señora te secundará en lo que sea con tal de que te quedes un rato en su casa para chusmear/cotillear bien con quién anda su hijo y luego poder criticarte con todas sus amigas del barrio).
¿Qué frases te beneficiarán en esta ocasión?: «¡qué rico le salió el estofado señora!», «¡cómo le reluce el parquet!», o «¡qué limpito tiene al canario!». Le alabarás hasta el hartazgo su culinaria o su pulcritud, pues si te ganas a la reina tendrás muchas más posibilidades con el príncipe.