No quiero la sangre de ese. Está llena de gerundios

Publicado el 21 octubre 2014 por Desequilibros

Valle-Inclán y José de Echegaray nunca se llevaron muy bien. Y los pasajes que lo demuestran son numerosos.
Pero a pesar de sus diferencias, Echegaray acudió al hospital, junto a otros literatos, a donar sangre en cierta ocasión en la que Valle-Inclán se encontraba gravemente enfermo y necesitaba una transfusión sanguínea.
Cuando informaron a Valle-Inclán de este extremo, en lugar de agradecer el gesto, se explayó:

 “No quiero la sangre de ese. Está llena de gerundios

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Valle-Inclán y José de Echegaray siempre mantuvieron una manifiesta animadversión.
Seguramente porque se trataba de dos perfiles completamente distintos, si no opuestos, pero el verdadero origen de su enemistad no está claro, más allá de las lindezas que don Ramón María le dedicó a don José en numerosas ocasiones.

Billete de 1000 pesetas dedicado a José Echegaray

Echegaray fue un hombre polifacético: escritor de éxito (hasta el punto de obtener el Premio Nobel de Literatura en 1904; ministro de Hacienda y Fomento; matemático…  Está considerado como el más grande matemático español del siglo XIX. Julio Rey Pastor afirmó 

"Para la matemática española, el siglo XIX comienza en 1865 y comienza con Echegaray".

También fue Valle-Inclán un personaje poliédrico: poeta, dramaturgo, novelista y también político: apoyó la II República Española, tuvo pretenciones de diputado y ostentó diversos cargos institucionales en tiempos de la república.
Tuvo la "suerte" de morir en enero de 1936. De haber seguido cumpliendo años, con seguridad lo habría hecho el exilio, porque no creo que el nuevo régimen surgido del golpe de estado del 18 de julio de ese año hubiese pasado por alto que Valle organizó El Primer Congreso de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, siendo presidente del Ateneo de Madrid, o que fuese co-fundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética.
Echegaray también tuvo sus inclinaciones republicanas, en tiempos de la I República Española, pero ese fervor republicano ya había desaparecido cuando desempeñó sus últimos cargos institucionales en tiempos de Alfonso XIII.
No es fácil saber los motivos exactos de la enemistad entre Echegary y Valle-Inclán, pero sí sabemos que Valle era bastante, digamos, vehemente.


 “No quiero la sangre de ese. Está llena de gerundios”Es bastante conocido el episodio del duelo por el cuál perdió el brazo izquierdo por culpa de un bastonazo propinado por Manuel Bueno y que le provocó un herida que se gangrenó. Con el tiempo se le ha adjudicado el honroso mote de "segundo manco de nuestras letras".
En cierta ocasión, Valle quizo establecer alguna similitud entre él y el "primer manco de nuestras letras", y fue Jacinto Benavente quien le aplacó el entusiasmo mientras estiraba de su manga vacía:
   - Vamos, querido Valle; que lo suyo no fue en Lepanto.
Y en otra ocasión, cuando un tertuliano le preguntó qué significaba la palabra "homofagia" -que acababa de utilizar en una de sus disertaciones-, le espetó:
   - Comer animales de la misma especie. Usted, por ejemplo, comete homofagia cada vez que come besugo.
Pero volvamos a su rivalidad con José Echegaray.
Al parecer, Valle interrumpió el estreno de una obra de Echegaray al grito de:
   - ¡Ese don José tiene la obsesión de la infidelidad conyugal! ¡Todos sus dramas son autobiografía de marido burlado!
Un joven del público se dirigió a él pidiéndole que criticara, si quería, la calidad de la obra, pero que se abstuviera de hacer juicios sobre la vida privada del autor.
   - ¿Y quién es usted para intervenir?
   - El hijo de don José Echegaray
A lo que Valle-Inclán respondió:
   - ¿Está usted seguro, joven?
Tal era la inquina de Valle hacia Echegaray que cuando le enviaba cartas a un amigo que vivía en una calle a la que se le había puesto el nombre del Premio Nobel, nunca escribía "calle de José Echegaray", sino calle del Viejo Idiota.
Y acompañaba las misivas con la leyenda: “Los carteros de Madrid son los mejores de España”.
Y las cartas llegaban, oigan, tal era la popularidad del despectivo alias.
En 1932, Valle-Inclán se presentó al premio Fastenrath, cuyo objetivo era premiar a escritores españoles en lengua castellana. El premio también contaba con la convocatoria para escritores en lengua catalana.
El premio lo convocaba la Real Academia Española, de la que Echegaray era miembro desde 1896, y de la que Valle-Inclán nunca formó parte.
No sabemos si porque no le interesaba (suyas son las palabras: "¡Ir a la Academia, convertirse en limpiadores, fijadores y lustradores del idioma los que, conociéndolo, vamos deliberadamente contra sus cánones y sus leyes… ¡Absurdo!") o si fue precisamente por ese tipo de opiniones por lo que las puertas de la RAE (y sus favores) siempre permanecieron cerradas para él.
Lo cierto es que ese año el premio fue declarado desierto.
Como reacción a este "inusual" fallo, interpretado en clave política y no literaria, se realizó un homenaje público de desagravio, en el que participaron gran parte de los intelectuales y escritores del momento.
Sea como fuere, y a pesar de sus públicas diferencias, Echegaray acudió, junto a otros literatos al hospital a donar sangre en cierta ocasión en la que Valle-Inclán se encontraba gravemente enfermo y necesitaba una transfusión sanguínea.
Cuando informaron a Valle-Inclán de este extremo, en lugar de agradecer el gesto, se explayó:


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Bibliografía:
Visita la calle del viejo idiota.
Ana Andreu Baquero; Historias curiosas de la literatura. Ediciones Robinbook, s.l. 2010.

La hematuria de Valle- Inclán.
Gómez de la Serna, Don Ramón María del Valle Inclán. Espasa-Calpe. Madrid. 1969
De las Academias, ¡líbranos Señor!, por Javier Serrano Alonso.
• Cátedra Valle-Inclán en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 
• Gregorio Doval; Anecdotario universal de cabecera. Ediciones del Prado. Madrid. 2003