Javier Biardeau R.
La pregunta no es casual, es parte del escaso reconocimiento del variopinto paisaje ideológico que se dibuja en un análisis histórico y teórico-ideológico del llamado “Legado de Chávez”. luego de la partida física de Chávez, cada quien (cada grupo, corriente o tendencia) pretenderá apropiarse de un aspecto, una imagen, representación, práctica y discurso de Chávez a su conveniencia (y riesgo).
Para Toby Valderrama, fundamental es reivindicar al Chávez revolucionario, cristiano, bolivariano, marxista y guevarista; para otros, quizás el asunto es de nacionalismo y árbol de las Tres Raíces, para un tercer grupo, el asunto es de “chavismo sentimental”, para otro bando, era trotskista, luchaba por un nuevo programa de transición y una nueva internacional. Incluso habrá quienes vean a un nacionalista-popular, o un “majadero de la historia”, hasta aquellos que no veían sino sus fantasmas sobre Stalin, o incluso la imagen del socialdemócrata al estilo Kautsky, para no hablar de Berstein o de Willy Brandt.
De modo que sin orden ni concierto, quizás hay un Chávez para todos los gustos y disgustos.Ante el insistente y recurrente tópico del llamado de Toby Valderrama a demarcar un campo “reformista socialdemócrata” de un campo “revolucionario socialista” en el proceso bolivariano, incluso para juzgar el errático curso del Gobierno de Maduro, uno se pregunta: ¿Y dónde quedaría parado Chávez si se trazan verdaderas fronteras ideológicas, bajo el rigor de un análisis teórico-ideológico e histórico del discurso y acción del propio líder de la revolución bolivariana?
No hay que omitir intencionalmente determinados hechos históricos. En una entrevista dada al actor estadounidense Sean Penn en 2008 (cuando ya se había declarado el carácter “antiimperialista” y “anticapitalista” de la Revolución); luego de sendas visitas a Venezuela y Cuba, titulada “Conversations with Chavez and Castro” (Conversaciones con Chávez y Castro), el presidente Chávez se definió a sí mismo como “socialdemócrata” e incluso, a contracorriente de lo expresado por Guevara en la conferencia de Punta del Este, expresó su admiración por John Fitzgerald Kennedy.
¿Dijo usted Kennedy, aquel que osó invadir la Cuba revolucionaria con un cuerpo de mercenarios en 1961?Veamos lo que dice el extracto de la entrevista publicada originalmente en el diario The Nation:
“–¿Cuál es la diferencia entre usted y Fidel? Chávez dice: –Fidel es comunista, yo no. Yo soy socialdemócrata. Fidel es marxista-leninista. Yo no. Fidel es ateo. Yo no. Un día discutimos sobre Dios y Cristo. Le dije a Castro: “Yo soy cristiano. Creo en los Evangelios Sociales de Cristo”. Él no. Simplemente no cree. Más de una vez Castro me ha dicho que Venezuela no es Cuba, que no estamos en los años sesenta.”
¿Qué evaluación hacemos entonces de estas palabras? ¿Nunca existieron, nunca se dijeron, las barremos bajo la alfombra?
Continuemos con extractos de aquella entrevista:
“–Ya ve –dice Chávez–. Venezuela tiene que tener un socialismo democrático. Castro ha sido un profesor para mí. Un maestro. No en ideología, sino en estrategia.”
De modo, que cualquier socialdemócrata avispado le diría a Toby Valderrama: “Viste Toby, Chávez se definió a sí mismo como socialdemócrata y como cristiano, no como comunista ni marxista-leninista ni guevarista”.
Al parecer, Chávez asumió la maestría de Fidel en cuestiones estratégicas, pero al construía su propio perfil ideológico con elementos y vertientes de un caleidoscópico repertorio de citas y referencias.
Sin embargo, el asunto no es tan simple como atribuirle una identidad fija a Chávez (quizás la de Bolivariano pudiese ser una de las más estables). La cuestión es que Chávez en su devenir histórico, se movió bajo la influencia de varias vertientes ideológicas de izquierda, populares y nacionales, incluso llego a coquetear con la fraseología de la “tercera vía” (que era algo peor que la socialdemocracia histórica; a decir, una fórmula de compromiso entre socialdemocracia y neoliberalismo, o liberalismo social).
Pero la misma figura histórica de Chávez,luego divulgó masivamente frases y discursos del Che o Fidel, poniendo a rodar las fórmulas ideológicas puestas en circulación por el propio Grano de Maíz y Toby Valderrama (como la llamada “Conciencia del Deber Social” que se incorporó a leyes y hasta al propio estatuto del PSUV), cuando el mismo Toby Valderrama fungía como voz cercana al círculo de liderazgo presidencial.
¿No ha sido acaso Valderrama el que ha señalado que una revolución es un asunto de conciencia, de vanguardia política y moral revolucionaria siguiendo a pie juntillas las formulaciones del Che? ¿Existe una verdadera apropiación crítica sobre el Che, o se omite que estas formulaciones derivan de la relación de Guevara con el propio marxismo-leninismo soviético, sobre manera luego del XXII congreso del PCUS?
Hagamos otra pregunta: ¿O se trata acaso, por otra parte,en Chávez de un permanente “transformismo ideológico”?
Quizás por allí entramos a factores y condiciones que explican la virulencia con que Toby Valderrama se posiciona ante el accionar del gobierno de Maduro (cosa legitima por cierto a la luz de las severas preocupaciones que existen sobre el curso del proceso bolivariano), así como en una época Valderrama se posicionó en contra de la influencia de Marta Harnecker, del CIM, de Meszaros o por otro lado, ante Miguel Pérez Abad (FEDEINDUSTRIA), para no hablar del tan denostado Heinz Dieterich.
¿Cuáles ideas y valores tienen la supremacía, la influencia social mayoritaria en el proceso bolivariano? Toby Valderrama pugna porque sea la visión que él representa, la ideología que marque el contenido y dirección del proceso, que condicione el despliegue de las políticas contrarias al discreto encanto de la pequeña burguesía, o más patéticamente, y con otras palabras, de una nueva clase económico-política. Pero al parecer, la cosa va por otros lares. O lo que es peor, por ninguno y todos a la vez.
No olvidemos a Chávez cuando hablaba sobre John F. Kennedy, pues hoy se pregunta Toby (como muchos otros)de que se trata esto del acercamiento de figuras fundamentales del Gobierno Bolivariano y del Partido PSUV con Consejeros del Departamento de Estado de los EE.UU como Tomas Shannon. ¿Maniobras tácticas, ganar tiempo, neutralizar presiones, conquistar el espacio de respeto y soberanía, pactos, sometimientos, claudicaciones?
Quizás podamos escuchar a Toby diciendo que estas acciones “confunden a la masa”, le quitan sus “razones sagradas” para la acción y el sacrificio revolucionario. En fin, que han vaciado de moral el proceso, ubicándolo en la acera de los estímulos materiales, del cuanto hay pa´ eso. Es decir, lo que Toby llama socialdemocracia, pero con acentos distintos a la valoración que hizo Chávez en la entrevista en cuestión.
Por mi parte diría que ha fallado una aproximación sin anteojeras hacia el legado del propio Chávez, con sentido crítico y reflexivo hacia la propia figura, discursos y acciones de Chávez, para encontrar allí sus posicionamientos y espacios de maniobra, incluso en el terreno mismo de las ideas. Leamos:
“–Yo era un muchacho –dice-. Kennedy era la fuerza impulsora de la reforma en Estados Unidos.
Sorprendido por la afinidad de Chávez por Kennedy, Chistopher Hitchens se suma a la conversación y menciona el plan económico de Kennedy para Latinoamérica, contrario a Cuba:–¿Fue algo bueno la Alianza para el Progreso?
–Sí –dice Chávez–. La Alianza para el Progreso fue una propuesta política para mejorar las condiciones. Apuntaba a reducir la diferencia social entre culturas.”
Esas son las palabras textuales de la entrevista publicada. Queda la duda razonable que recojan las palabras de Chávez fielmente. ¿Quién puede pensar que ese era el significado estratégico de la llamada “Alianza para el Progreso”?
Y en la entrevista también Chávez señaló:
“–Señor presidente… si Barack Obama sale elegido presidente de Estados Unidos, ¿aceptaría usted una invitación para volar a Washington y reunirse con él? Chávez dijo sin dudarlo: –Sí.”
Este tipo de hechos han sido invisibilizados porque generan preguntas directas sobre la“cuestión del socialismo en Venezuela” y la cuestión concreta del “antiimperialismo” (¿Es más retórico que real?).
Si Chávez hizo su primera declaración política pública acerca de la necesidad de construir una sociedad socialista en el Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, a comienzos del año 2005, también señaló que debía formularse “en acuerdo con las ideas originales de Marx y Engels”. En julio de 2007, el presidente Chávez planteó durante una edición de su programa televisivo “Aló Presidente”, una toma de distancia hacía el marxismo-leninismo: “El Partido Socialista Unido de Venezuela no tomará las banderas del marxismo-leninismo porque es una tesis dogmática que ya pasó y no está acorde con la realidad de hoy (…) tesis como la de la clase obrera como el motor del socialismo y de la revolución están obsoletas”.
¿Qué pensarían factores políticos aliados al proceso bolivariano que defienden la vigencia de tales tesis?
De modo, que pueden existir otra hipótesis: el caleidoscópico repertorio simbólico e imaginario donde se movió Chávez hace del Socialismo Bolivariano más que un significado ideológico preciso, un uso político aplicado a determinados contextos donde se transformaban relaciones de fuerzas. Los referentes revolucionarios fueron cambiando y las circunstancias del poder determinaron sus usos y desusos.
Chávez encarnó una suerte de figura del “acróbata audaz” en el empleo de un variado abanico de semántica ideológica de izquierdas, donde la estrategia de articulación de léxicos políticos no era ajena al análisis de un campo de poder.
Aunque moviéndose en el campo del nacionalismo popular revolucionario, fue fijando sus énfasis ideológicos al calor de las coyunturas; y finalmente abrazó con menor ambigüedad el horizonte anticapitalista (Plan de la Patria y Golpe de Timón), para dejar quizás a sus “hijos ideológicos” sin aire para seguirlo de cerca en su maratónica lucha que giro alrededor del campo de poder. Quizás ni siquiera sus “hijos políticos” estaban interesados en cuestiones ideológicas sino en la compleja trama de la pragmática maquiavélica de conquistar, conservar o disputar del poder.
De modo que lo que plantea Toby Valderrama, no es más que un síntoma de la severa “crisis de orientación ideológica” del proceso bolivariano, cuyo papel casi exclusivo había sido asumido por la personalísima figura del Liderazgo de Chávez, a pesar de todas las influencias hipotéticas que pretendan atribuirse a su pensamiento. Allí resuena con fuerza el carácter cesarista de su liderazgo, aunque sus seguidores no vieran lo que suponía una crisis (por ausencia) de esta particular forma de mediación política.
De tal menara que el asunto ni siquiera es si hay “reformismo o revolución”, sino si se trata acaso de una orfandad ideológica, de vacío de consistencia y de coherencia de un repertorio de “ideas-fuerza para la acción de gobierno y de la política bolivariana”; y no la presencia espontanea (cultura popular) o programada (cultura masiva y propaganda) de símbolos, referentes imaginarios, manifestaciones culturales o de leyendas metabolizadas en clave popular luego de la partida física de Chávez.
El riesgo al vaciamiento de ideas-fuerza se paga con el corto plazo de las políticas erráticas que ya ni siquiera se reconocen en las 3R, en la Constitución de 1999, en las 3R al cuadrado y mucho menos en el Plan de la patria o el Golpe de Timón. Sin advertirlo el vacío de consistencia de las ideas-fuerza encarnadas en un liderazgo con prestigio y representatividad, se transformó en una crisis de direccionalidad de la política. Quizás todas las encuestas mientan. Vale la pena entonces acercarse a las voces y experiencias de la calle paseándose de paisano, sin muchos parapetos oficiales, para averiguar por dónde van las cosas.