No se lo digas a nadie

Publicado el 08 mayo 2010 por Protestantes @periodistadigit

ISABEL PAVÓN

“No se lo digas a nadie”. Esta frase tiene hechizo y, al mismo tiempo, es una trampa. Por un lado, al oírla, sientes que eres especial, una persona privilegiada. Quien habla te hace creer que tú le muestras confianza, que contigo tiene una amistad distinta a la que tiene con los demás, que necesita desahogarse. Te hace creer que está plenamente convencido de que sabrás guardar el secreto.

Precisa contarte problemas que, casi siempre, tienen que ver con críticas infundadas hacia cualquiera que no le da la razón. Relata la mitad de la historia y modifica los hechos, si existieron alguna vez, a su favor. Se muestra como víctima todo el tiempo. Te confía sus intimidades que, en realidad, son las intimidades de los otros. Te cuenta la vida privada de los que conoce porque ha metido las narices en sus casas (pronto lo hará en la tuya). Te habla de sus maldades. Incluso te asegura que esas personas andan por mal camino. Te dirá que siempre está intentando ayudarles y no se dejan. Tal vez te hable llorando.

Tergiversa los hechos de manera que deja en mal lugar a los que no están presentes y, para eso, repite una y otra vez: “No se lo digas a nadie”. Con estas reiteraciones tiende su trampa sin que te des cuenta ya que, en esos momentos, eres agasajado. Sin embargo, te está privando de preguntar a la otra parte y, por lo tanto, no conocerás una versión distinta.

Puede leer aquí el artículo completo de esta escritora y miembro de una Iglesia evangélica en Málaga de fe protestante titulado No se lo digas a nadie