Ya no estás en Poniente, en Madrid o en París. Ya no vas a caballo al lado de un enano odiosamente inteligente o corres en medio de los disparos de la guerra civil. Estás en tu alcoba, tu cama, la puerta de la uni, el tren, un salón abarrotado de clase o en medio de un corredor donde hace un frío que pela. Acabas de llegar al nido de los cuervos donde la página amarillenta se funde en negro. Nada más, c'est fini. Tu cabeza está caliente y los pensamientos se hilan en un caos más grande de lo habitual. Robert, Spender, Gerta, Atticus, Tyrion, Buddy, Cersei... Un momento. ¡Yo no me llamo así!
Entonces te das cuenta que necesitas tiempo. He descubierto que la grandiosidad de un libro es directamente proporcional al tiempo que tardas en que se aplaque en tu memoria. Los recuerdos son traicioneros, se olvidan fechas, momentos, inclusos grandiosas construcciones de palabras. Pero siempre tenemos cómo refrescar la memoria. Los rostros cambian, los buenos no son tan buenos y los malos no son tan malos. Como un papel doblado veinte veces y luego recortar una figurita en el. Cientos de dobles de una misma figura, pero algunas tiene bordes desiguales. Ninguno es igual, o eso queremos creer. Las ansias de conocer lo que le sucede a alguien es superior a nuestras fuerzas, puede más que otra cosa.
En el instante en que parpadeo el fundido a negro regresa a la visión de una ordenada biblioteca. Y es cuando los sudores llegan, los temblores de manos atacan, sin tener piojos ni caspa la cabeza empieza a rascar. ¿Qué hago ahora? nos preguntamos. En un pensamiento completamente contrario a la filosofia Hakuna Matata, uno no puede verse agobiado por una inevitable cuestión ¿Qué han hecho estos hilo de tinta de cuervo, grabados en papel que me trastornan tanto? ¿Cómo puede importarme tanto su devenir? Metes la nariz en el agradable espacio de la clavícula y el cuello, aspirando un agradable olor y cierras los ojos para sentirse sólo en el universo. Necesitas calma, peor no eres capaz de encontarla.
La estantería esta allí de nuevo, en un golpe de párpado abierto. Las preguntas llegan de nuevo. Agobio, estrés, confusión. Vencido, miras para otro lado. Dios mío. Los dedos raspan los lomos de aquí y allá. No soy capaz de elegir, no me hagan elegir. Necesito tiempo. No puedo. Las facciones se borrarán y se transformarán en vagos recuerdos, pero ahora yacen frescos en el lienzo. Pero no quiero olvidarlos. Y por eso me pregunto ¿Y ahora que putas leo?