Se embozaron las alcantarillas del Régimen del 78, en algún momento se acumuló tanta mugre que ya no pudieron tragar más, y la pestilencia que emanaba desde consejos de administración y plantas nobles privadas y públicas se ha esparcido de tal manera que nos ahoga. Los medios oficiales siguen regando con incienso, pero la historia del fontanero que trabaja sin factura ya no puede tapar la fetidez que baja desde las alturas.
La experiencia nos dice que otro latrocinio –de los sinvergüenzas habituales o de nuevos aspirantes–puede volver a sorprendernos, aunque hay que reconocer que lo de esta semana deja el listón muy alto. Entre la Operación Ébola y las tarjetas black de Cajamadrid el sinvergüenzómetro ha acabado en el taller. El problema es que era tecnología alemana, muy fiable pero no preparada para captar estos niveles y los ingenieros germanos no saben por dónde empezar, ojipláticos los pobres.
Los viejos manuales dicen que el cliente siempre tiene la razón. Sabemos que no es un axioma inamovible sino una actitud. La de escucharle con respeto y atención, intentar comprender el problema y, dentro de lo posible, satisfacerle. La casta (con perdón) que gobierna en España cuando llega a una poltrona lo olvida e invierte los términos: se convierten en los clientes y todos los demás en sus empleados. No acaban de entender que en una democracia ellos son nuestros empleados. O tal vez lo que no acaban de entender es la palabra democracia, la clase de griego les pilló en los billares.
Putrefacción moral
Lo que parece claro es que el todavía excelentísimo señor consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, tiene motivaciones diferentes a la vocación de servicio. No entendió que como jefe debía responsabilizarse de los numerosos errores de su departamento en lugar de hacerse el chulo y echar la culpa de todo a una enfermera en estado grave, a la que debía apoyar por encima de todo. En el barrio en el que yo crecí a quien se comportaba de esa manera lo corrían a pedradas, pero eran otros tiempos y estábamos incivilizados.
Ana Mato, todavía ministra de Sanidad y Javier Rodríguez, todavía consejero de Sanidad de Madrid
No se trata de que ese señor sea del PP. Se puede ser todo lo liberal que uno quiera y defender la privatización de todo. Me cuesta, pero lo puedo entender, sobre todo si tienes dinero. De lo que se trata es de no ser ruin, mezquino o infame –elijan el adjetivo– y de no situar tu trasero por encima de tu dignidad, que te puede dar un esguince. A su edad, señor consejero y con su vida solucionada, tal como Ud. mismo dice. Si hasta nuestro ilustre presidente, famoso por su agilidad para afrontar los problemas, ha corrido al hospital para mostrar su apoyo a la enfermera; claro que tras decir que sus colegas le habían felicitado por lo bien que lo había hecho todo. Si es que a veces (y les prometo que no pretendo faltar) parece tonto. Dentro del mismo PP se han criticado las deplorables declaraciones del consejero, aunque me temo que más por cálculo electoral que por convencimiento.
Porque es el mismo partido que jaleó en el Congreso (4 de marzo de 2003) una declaración de guerra, o la aprobación de durísimos recortes sociales en 2012, o el famoso “que se jodan” tras más recortes en las prestaciones de desempleo. En la guerra de clases siempre hay algunos ricos que se extralimitan en las formas.
Conciencia opaca
Guardan su empatía hacia adentro –familia, partido, clase– nunca traspasa. Es tan opaca como las tarjetas de crédito que usaban los excelentísimos consejeros de Caja Madrid (¿Dónde andará escondida Esperanza Aguirre, siempre tan dicharachera?). Aunque aquí, si bien quien debía velar por el buen funcionamiento era la cúpula controlada por el PP, trincaron todos. Y a sabiendas, cuando vieron que se acaba el chollo empezaron a gastar como si no hubiera un mañana.
Siendo grave el desastre del ébola, lo de las tarjetas de Caja Madrid es mucho peor. Lo primero es un error concreto en el que se mezclan la incompetencia y el interesado desguace de la sanidad pública; lo segundo es toda una radiografía del Régimen del 78. Allí desvalijaron casi todos: gente del PP, del PSOE, IU, sindicatos y patronal. El Sistema al completo, o como quieran llamarlo. Un modo de vida soportado por el clientelismo y la ignorancia. Una transición modélica, pasmo del mundo civilizado, el mejor de los sistemas posibles y pon otra ronda de Dom Perignon a estos amigos, que paga el contribuyente, que para eso vota.
Y perdonen el desahogo, ya hay muchos sitios así en la red y no estoy muy seguro de que le interese a nadie. Hacía tiempo que no renovaba esta sección del blog, intentaba no contagiarles del olor a cochiquera. También me disculpo ante mis lectores y lectoras americanos, a los que este asunto probablemente no les interesa demasiado, aunque todo esto tal vez les suene.
Pero es que hoy lo necesitaba. Me gustaría decirles que no volverá a suceder pero como decía Súper Ratón, seguro que hay más. Ya no sabemos donde mirar porque saltan chorizos por todos lados y simultáneamente. Esto no es un país, es un circo de tres pistas. Pero de los cutres.
Definitivamente hay que despertar de esta siesta de pesadilla indigesta. Tiene que llover a cántaros .