De la última entrevista en profundidad ofrecida por Pablo Iglesias en el espacio de Jordi Évole saco la misma conclusión que vengo sosteniendo desde que nació “el fenómeno”… (o “el noúmeno”, según a quién se pregunte).
Esta es. Hace falta mucho más que una estrategia brillante y exitosa, más que la implantación eficaz de un marco cognitivo y discursivo en cuanto a la aproximación de todas las ascuas a la sardina de uno y algo más que una inteligencia probada para gobernar un país.
Con todo esto, con todas estas lides de libro (de libro de Maquiavelo) se pueden ganar unas elecciones, pero no se garantiza nada, absolutamente nada, para el día después del día D.
Y es que las contradicciones afloran cuando se habla del contenido y los objetivos de gobierno ínsitos en el del programa de Podemos.
Los requiebros aparecen cuando se pasa del “cómo” (ganar las elecciones) al “para qué” (ganarlas) y sobre todo cuando se cierra el círculo -la afortunada y famosa figura geométrica- en otro “cómo” más importante (el del gobernar).
Miren, yo me considero un socialdemócrata de los de toda la vida -tengo ese defecto, ese pecado original- y aunque, ciertamente, la economía no es mi campo me parece que no se puede, a modo de ejemplo, sufragar una renta básica para todos los ciudadanos, una jubilación a los 60 años con sus correspondientes pensiones (y dos huevos duros como diría aquel) sencillamente con una subida de impuestos a unas empresas que tardarían cinco minutos en hacer las maletas o con el intento (tal vez, puede, depende) de una nacionalización de Telefónica.
El estratega y brillante politólogo con inteligencia probada, además de ser lector de Maquiavelo (¡qué delicia!) seguramente conoce también cómo funciona la economía global hoy en día, cuál es el espacio de la política en nuestros “tiempos líquidos”, cuál es el grado de relevancia que asignan los agentes transnacionales a las nimias fronteras estatales a la hora de montar y desmontar “el chiringuito” (al que se asocian en ocasiones decenas de miles de empleos, directos o indirectos).
No hay que darle al estratega ni al brillante politólogo con inteligencia probada una lección de realidad (el que cobra por enseñarla es él). Lo conoce, lo sabe. Por eso cuando -como en esta entrevista- le fuerzan a abandonar su “zona de confort” (la buena retórica, el frame cognitivo que le favorece, el discurso sobre los valores y el deber ser en el que todos nos podemos recostar cómodamente) aparecen las contradicciones, los condicionantes, los puede, los tal vez, los “lo intentaremos”.
Por esto mismo nunca he sido amigo de maximalismos. Porque en un mitin puedes clamar por el “asalto de los cielos”, como hizo Pablo Iglesias el pasado fin de semana, pero en la realidad tienes que añadirle muchos anexos, muchos matices, muchos condicionantes que hacen que tu redondo lema se convierta en algo más áspero y astilloso: menos atractivo.
Creo recordar que Podemos surgió para acabar con “la casta”, con los políticos que hablaban vacuidades a masas aborregadas desde los atriles de los mítines, a acabar con los partidos que convertían en papel mojado sus programas electorales porque -también- prometían el cielo.
Hace unos días, en otro lugar, reclamaba -se reclama lo que se echa de menos- que el Partido Socialista tuviera cuatro cosas claras, tan sólo cuatro cosas, si quiere remontar el vuelo.
1- El modelo de bienestar y derechos sociales para la España 2030 -y cómo financiarlo-.
2- El modelo económico y de desarrollo para la España 2030 -y cómo poner los motores en marcha desde la actual situación de estancamiento, si no recesión.
3- El modelo de organización territorial del Estado -y cómo proyectar hacia el futuro nuestra unidad como comunidad política.
4- Nuestro papel en el mundo global.
Autocrítica. Es cierto que hoy por hoy -y no viene del actual secretario general- el PSOE no tiene claro el sentido profundo de este sencillo y complejo decálogo, no al menos en su integridad. Y creo que es la razón principal por la cual ahora está como está y estamos como estamos (ya me he declarado socialdemócrata unas líneas más arriba).
Esto lo veo como socialdemócrata, como ciudadano y como politólogo de inteligencia no tan probada, porque me lo he preguntado. Porque uno piensa en estas cosas en el trayecto de metro y en el autobús y porque habla de ello con sus allegados con una cerveza en la mesa (para mí la política es algo con más importancia, más realidad y con más presencia en mi vida que contribuir a un trending topic puntual).
Por ello, pido a los simpatizantes, participantes, militantes de Podemos -o como lo llamen- que reflexionen como hago yo respecto de mi partido, que sean críticos, que se bajen de la euforia (iba a escribir “prepotencia”) que proporciona las encuestas y analicen si el suyo satisface y da respuesta a ese sencillo esquema que he propuesto.
Decía Nazim Hikmet, poeta turco, que “el vivir no admite bromas” y que “se ha de vivir con toda seriedad“. La política, el futuro de la gente y el país tampoco las admite, menos todavía cuando está en el alero la innegable y expectante ilusión de tanta gente.
Sed exigentes, sed críticos, amigos, vecinos, compañeros de clase que os sentís próximos a Podemos. No seáis casta.