No caigas nunca en la necesidad de la aprobación.
Que nadie te marque el paso.
Que nadie te ate los dedos que marcan tus palabras.
Déjate fluir. Déjate ser.
No caigas, no caigas.
No caigas nunca en la necesidad del amor.
Que el amor es libre y nada lo ata.
No peques contra el amor.
No caigas. No caigas.
Y si caes, levántate otra vez.
No dejes caer tus párpados pesados de tanto pensar. No dejes caer las lágrimas de tanto estrujar tus manos. Tus nervios.
No caigas. No caigas.
Y si caes, levanta los brazos bien alto. Que el resto lo levanta el impulso de tu espíritu libre y lleno de luz.
No caigas, no caigas.
Pero si caes, no esperes a que otros te levanten.
No mendigues nunca amor. Nunca piedad. La única piedad verdadera esta dentro de tu alma.
No caigas. No caigas.
Pero si caes, hazlo con un orgullo apagado. Consciente que el tiempo hará lo suyo y te enseñará a volver a empezar.
No caigas. No caigas.
Pero si caes y te lastimas, olvida esas heridas. Que no dejen cicatrices que te impidan volver a intentar. Volver a vivir. Volver a amar.
No caigas. No te caigas.