Yo tenía y tengo una cuenta en facebook, pero ya no me fío de escribir lo que pienso, de explicar lo que hago o de añadir un vídeo. Cuando lo hago, y lo sigo haciendo en pequeñas dosis, lo primero que tengo en cuenta es que ese par de clic de añadir datos en facebook es un proceso irreversible… del que me puedo arrepentir porque ya nunca podré borrar la información que he añadido a la red.
El alcance último de lo que nos está ocurriendo con las redes sociales es de película ciencia-ficción hace muy pocos años. Por mucho que quiera controlar la difusión de lo que pongo en facebook, ¿quién va a poner saber lo que pienso, lo que hago y con quién me relaciono a partir de ahora y hasta la eternidad? Confieso que yo mismo he utilizado esa herramienta contra posibles enemigos, que siempre los tienes. Y al descubrir lo que descubrí, solamente viendo quén era amigo de quién, me puso en alerta roja… y tardé 30 minutos en tener borrada y re-borrada mi cuenta de facebook con unos cientos de amigos y conocidos… y decenas de miles más de amigos-de-amigos-de-facebook de los que en la mayoría de los casos no tenía ni idea.
Desde entonces tengo una cuenta en facebook, lo más cerrada que puedo, para cuando la gente que me cae bien se pone pesada y quiere ser amigo-en-facebook. Pero rara vez publico cosas allí. Luego tengo otra cuenta más pública en la que, a medida que se van enganchando seguidores, yo los borro como tales. Aún así, llegará un momento en que tenga que olvidarme de ella. Pero poco más. Cuando tenga que lanzar una campaña de algo, seguro que abriré una cuenta en facebook y otras tantas en mil sitios más; pero siempre será para verder algo, para comunicar algo. Como periodista que soy, es normal que crea en la comunicación. Lo que no encaja ya en mi cabeza, es tener que convertir mi vida privada en pública, siendo amigo de todo dios, mezclando familia y vecinos del barrio de aquél pueblo donde fui un par de meses maestro-escuela o primos desconocidos hasta ahora con los que (a lo mejor) compartes uno de tus apellidos.
En fin, que internet puede llegar a saber de uno, más que uno mismo. Porque tú puedes olvidarte de lo que dijiste una vez, en un momento de euforia; facebook o google, no.