Nunca jamás en lo que te queda de vida te meterás con su fútbol. Que ni se te ocurra decirle frases como «no le encuentro el sentido a pasar 90 minutos viendo a 22 sudorosos corriendo detrás de una pelota»; o cuando lo escuches gritando desaforado aconsejarle «no te pongas así, debería darte igual quien gane, lo importante es divertirse»; o preguntarle «¿para qué lado patean los de tu equipo?».
Recordarás: él quiere ver el fútbol a todo volumen mientras bebe todas las cervezas heladas que en su estómago quepan sin que tú existas.