Como tenía dinero y podía pagarse una buena defensa, estaba tranquilo y se reía de Cicerón, a quien insultaba desde el banquillo.
En las conclusiones finales de la vista se dirigió al jurado en estos términos:
"Este hombre que se ríe se siente confiado, pero quién de vosotros probaría una de sus tortas?; ¿no os estremece la idea de hacerlo, mucho más que su mirada siniestra de parricida?".
Y tras estas palabras el acusado se convirtió en reo.
Cicerón, abogado, autor de las Catilinarias y las Filípicas.