No toda la transformación es digital...Hoy: la del nido vacío.

Por Alejandra Naughton Alejandra Naughton @alenaughton


Cuando resolvió volar del nido dejó atrás su cuarto todavía adolescente. El rostro de Einstein sacando la lengua se quedó como preguntándose… ¿y ahora quién se sorprenderá por mi desparpajo?

Pasó el tiempo. En lo inmediato ese espacio quedó como fuera de circuito. Nadie lo transitaba excepto él mismo cuando venía de visita. Con el transcurrir del tiempo Einstein, vencido, se despegó de la pared. Enrollamos el poster y lo guardamos con la sensación de que debíamos transformar ese ambiente. Coincidimos todos en eso. 

Así fue como llegó la biblioteca de madera reciclada a su habitación de antaño. Y fue un gran acierto. Para empezar porque los libros son uno de sus objetos favoritos. Literatura, filosofía, historia, matemáticas, ajedrez, cocina, y podría seguir… castellano, inglés y hasta algunos pocos libros en alemán. Ponerla en el centro de la escena, era como volver a compartir con él lo cotidiano, mantener su identidad en el espacio que siempre será representativo de nuestra familia. Más aún, habiendo agregado recientemente libros de economía, fotografía y música. También creo fue un acierto porque los estantes, los pilares de la biblioteca, son de madera reciclada. 

Últimamente, mientras pareciera que el único atributo que parece tener la palabra transformación es “digital”, me encontré detenida recurrentemente pensando en las virtudes de la madera. Ella sí que se transforma ante nuestros ojos, a lo largo de nuestras vidas, imperceptible. Comienza siendo un tronco, una rama, para luego convertirse en listones que sabrán sostener ¿una mesa? ¿una cuna? Sostendrán seguro tanto... Y con el paso del tiempo, si se lo tiene signado el destino, manos laboriosas desarmarán esos objetos, harán resurgir de ellos partes dispersas, que pulidas y adaptadas, volverán a ser ensambladas para evolucionar, por ejemplo, en ésta biblioteca.

Cuando acaricio su superficie rugosa me encuentro con pequeños nudos, que estuvieron siempre en su esencia, con sus vetas que aunque ovaladas formaron espirales mientras estuvo en tierra creciendo. También con las huellas dejadas por serruchos, y perforadoras que abrieron paso a tornillos que supieron ser, en el pasado, apoyo a otro fin. En esta nueva vida, nuevos huecos se han gestado. 

Así fluye y se transforma la vida, no? Crecemos y nos independizamos. Parece que nos alejamos, sin embargo nuestras raíces no entienden de distancia. Y … aunque algún que otro suceso nos deje cicatriz y nos cambie, siempre estarán los nudos y las vetas de la vida para recordarnos dónde empezó todo. Y los libros, claro, los libros.