Tras una moda de llevar toda las fábricas del mundo a China, muchas multinacionales están empezando a cambiar su estrategia de fabricación.
¿Por qué? Porque se plantean un escenario que ven como bastante probable a 5 años vista: ¿Qué pasaría con nuestras fábricas en China o nuestros proveedores chinos si el yuan se aprecia un 20 a un 50%, si los costes laborales aumentan en un 20 a un 50%, si el petroleo se encarece un 20 a un 50% y por tanto se encarecen los fletes marítimos?
No es un escenario improbable. Muchas se están planteando volver a las fábricas locales y por otro lado diversificar los países de fabricación o compra de productos.
Las fábricas locales tienen sentido para productos de menor rotación o mayor componente tecnológico. Con ello consiguen tanto una rebaja de los tiempos de entrega como una reducción del capital de trabajo, por no citar el mayor control de su tecnología frente a sus competidores chinos, que cada día preocupan más.
La diversificación de países de fabricación supone una oportunidad para países como los del Norte de Africa (Marruecos, por ejemplo), o México o Centro y Sur América, por no citar a la propia España. Y desde luego también es una oportunidad para los satélites de China (Vietnam, Cambodia, Bangladesh…).
Todo eso en los sectores de fabricación, porque en los servicios influyen otras cosas, pero la referencia es India, en programación y en call centers, por no citar servicios contables, en el ámbito de idioma inglés. También ahí hay un papel a jugar por España, México o Argentina, en el ámbito del español.
Es decir, hay una esperanza. China (o India) no van a acabar con todo.