Las matemáticas son el lenguaje de la Naturaleza, sin duda, y su importancia es vital para conocer el Universo. Pero, para llegar a esas matemáticas de la Naturaleza y del Universo, se ha de pasar por la imaginación. Casi todos los grandes matemáticos eran devoradores de libros y de cultura. El hombre evolucionó en su pensamiento matemático cuando introdujo el conocimiento artístico, y cuando dejó de hacerlo, la tecnología devoró al pensamiento matemático. El conocimiento artístico se convirtió en producto cultural, y entonces, la imaginación se relegó a un mero negocio dirigido. El arte desfalleció ante la tecnología y la ciencia, y se convirtió en una comparse triste de la ausencia de belleza. La estético revolucionó el mundo y terminó siendo diseño. La Belleza, en mayúsculas, se refiere a la transferencia de sentimientos en la obra del artista, y si este es un melancólico convidado de piedra de una sociedad arrastrada por el desarrollo tecnológico, ese será su legado. Las matemáticas no son nada más que garabatos si no tienen esa belleza que le tranfiere la Naturaleza y el Universo, y eso sólo se consigue con el conocimiento profundo del pensamiento humano, ese tan desconcertante, díscolo, recalcitrante, paradógico e incongruente. Y éste, únicamente se dislumbra con el diálogo interno y su lenguaje.