La organización Madres de Ituzaingó denuncia las consecuencias que tiene sobre la salud el negocio de las multinacionales agrícolas en Argentina
Son mujeres, madres y luchadoras. Una descripción genérica, atribuible a millones de personas, pero que suma matices nuevos en contexto. Viven en Córdoba, Argentina, se enfrentan al poder de las multinacionales del agronegocio y a los transgénicos, y forman la organización Madres de Ituzaingó. Sofía Gatica, que ha recibido este año el premio internacional ambiental Goldman (conocido como el Nobel Verde), está en Madrid, estación de paso rumbo a Bruselas dentro de la ‘Good Food March’, una marcha que exige una Política Agricola Común que ofrezca buena comida y buena agricultura. “Impedíamos a los sojeros fumigar metiéndonos al campo. Una vez nos esperaron con palos, con machetes, se bajaron los pantalones… hicieron un montón de cosas. Cada vez eran más y la policía protegía a los sojeros en vez de protegernos a nosotras”Pikara Magazine la entrevistó a su paso por Atocha, donde planteó que “la Unión Europea no importe la soja transgénica de Argentina porque la soja está produciendo muchas muertes”. Junto a ella estaba su compañera de lucha María Godoy, quien se suma también a las respuestas.
¿Cuál es el peligro que corre Europa consumiendo la soja transgénica de Argentina?
La Unión Europea está en peligro porque van a tener las mismas consecuencias que nosotros tenemos ahora en América Latina. La Unión Europea está comiendo soja envenenada, transgénica. Y en Argentina ya estamos viviendo la enfermedad y la muerte que eso acarrea. Todo lo que estamos viviendo en Argentina es un desastre, los campesinos están siendo desalojados de su tierra, hay gran tala de árboles para sembrar la soja transgénica, se saca agua subterránea para regar, muchas escuelas rurales se están cerrando… se está haciendo una agricultura sin agricultor. Pedimos que se prioricen la salud y la vida, y también al pequeño agricultor, al campesinado, a todo lo orgánico, que son quienes injustamente están perdiendo en este negocio de las multinacionales.
¿Cómo fueron vuestros inicios de lucha contra la soja transgénica?
Ha sido un trabajo muy duro. Llevamos 13 años en una lucha que iniciamos en nuestro barrio (Ituzaingó, de ahí viene el nombre de la agrupación), cuando empezamos a ver niños con barbijo y con pañuelos porque estaban pelados y se cubrían la calvicie. Lo registramos porque había muchos afectados y presentamos los datos en el Ministerio de Salud en 2002. Pero lo metieron en un cajón; lo escondieron porque no querían dar a conocer lo que estaba pasando. Entonces salimos a la calle con carteles denunciando que tenemos cáncer y leucemia. Pidiendo ayuda. Al final nos hicieron firmar un papel donde renunciamos a hacer juicio al Estado a cambio del agua; firmamos porque estábamos sin agua y sin agua no se puede vivir. Pero seguimos con nuestra lucha porque hay más de 300 casos de cáncer de todo tipo y tenemos también chiquitos con muchas deformaciones.
Tenéis una gran victoria jurídica bajo el brazo. Por vez primera un tribunal condenó el uso de agroquímicos en fumigaciones.
(María Godoy toma el relevo en la entrevista). A partir de 2004 hay una ley provincial, en cuya elaboración participamos pero que se no se aprobó como queríamos, que prohíbe la fumigación con avión a 500 metros con todo tipo de productos. En 2008, ante una fumigación con avioneta, se hace la denuncia. Son puestos presos dos sojeros, pero salen pagando la fianza. Tuvo una gran repercusión mediática. El Tribunal nos dio la sentencia el pasado 21 de agosto: los sojeros fueron declarados culpables pero con una condena no efectiva, es decir, no iban presos. Les dieron tareas comunitarias. Por supuesto, nosotras no estamos conformes, pero sí es importante porque sienta un precedente: es la primera vez que se juzga a dos sojeros por tirar agroquímico o agrotóxico sobre las poblaciones. A partir de ahora, fumigar sobre las personas es un delito en la provincia de Córdoba. Esto sienta un precedente y va a ayudar para que la gente que está igual que nosotros se anime a hacer denuncias.
Vuestra lucha ha tenido consecuencias personales…
(Sofía continúa). Se metieron con un arma en mi casa y me dijeron que dejase de hablar de la soja. Me llamaban y me decían ‘vos tenéis tres hijos y hoy vas a tener dos’. Es una desesperación. Hice la denuncia en la policía y tras dos años de investigación me dijeron que no me podían decir quién me estaba amenazando porque es secreto de sumario. Es como la ruleta rusa: o me toca a mí o le toca a la vecina de al lado.
Gatica perdió una hija por malformación de riñones y otra de sus hijas tiene agroquímicos en sangre. La defensa de sus hijos e hijas le llevó a la lucha y formó, junto con otras madres, el grupo Madres de Ituzaingó. “Éramos 16 y nos hemos quedado siete (en el colectivo)”, apunta.
¿Qué medidas habéis tomado contra los sojeros?
Les impedíamos fumigar metiéndonos al campo. Una vez nos esperaron con palos, con machetes, se bajaron los pantalones… hicieron un montón de cosas. Cada vez eran más y la policía protegía a los sojeros en vez de protegernos a nosotras. Sabemos con quién nos hemos metido, con unos gigantes que nos va a costar un montón vencerlos; pero tampoco vamos a dejar que nos arrebaten a nuestros hijos.
Somos todas mujeres. Los hombres son unos cobardes. Las veces que nos hemos metido a parar las máquinas y nos veíamos presionadas y amenazadas por los sojeros fuimos a buscar hombres y cuando vieron los machetes y los palos se volvieron porque tenían miedo a los golpes. Nosotras fuimos, nos metimos y no los dejamos fumigar. Nosotras defendemos nuestra vida y las mujeres que estamos dentro del grupo de las Madres Ituzaingó somos madres afectadas: algunas con cáncer de mama, alguna tiene un hijo con leucemia, otras hijos con malformación, otras el marido falleció… O sea, somos un grupo de madres que, por ausencia del Estado, tuvimos que salir a defendernos solas.
¿Cuestión también de roles impuestos?
(Habla María). Claro, también tiene que ver con el rol que nos han impuesto: que la mujer es la que se ocupa de la casa, se ocupa de la educación de los niños, de la salud…
Con un apoyo expreso de los varones, ¿los éxitos hubieran sido mayores?
Al menos me hubiera sentido más segura. Si hubiera estado mi marido no me hubiera pasado, por ejemplo, que se metiera un hombre con un arma en mi casa. O que yo tuviera que enfrentarme con el del centro vecinal y que me agarraran para dar bofetadas, que me apedrearan en las calles… Eso no me hubiera pasado… Pero nosotras somos fuertes y nos sabemos defender, porque con la lucha hemos aprendido a defendernos bien.
¿Tenéis documentos que avalen los vínculos entre las enfermedades y las muertes, por un lado, y la soja transgénica, por otro?
En Córdoba, que es la primera productora en soja en Argentina y la que mayor soja transgénica produce, se vio que por un lado estaba la plata, el dinero, el lucro y, en el otro, estaba el dolor, las enfermedades, los tumores en la sangre, los abortos espontáneos de mujeres y mucha gente que aún hoy sigue apareciendo enferma; y las que ya no están. Todavía hoy, doce años después de haber empezado, sigue habiendo mujeres con pañuelos en la cabeza, niños con barbijo y muertes. Ellos quieren que nosotros comprobemos si los agroquímicos afectaron a esas personas, pero es imposible decir que el cáncer es producido por los agroquímicos. Nosotras no podemos decir que lo produce, pero tenemos el agroquímico y tenemos la enfermedad.
Le pedimos al Gobierno que investigara que es lo que pasa. El primer informe es de 2002 y dice que estamos sanos, que lo que padecemos en el barrio pasa en otros lugares. Seguimos insistiendo y en 2005 se hizo un nuevo informe solicitado por la municipalidad de Córdoba que dice que el barrio es inhabitable. Fue un informe hecho por el Gobierno pero como no le convenía no tuvo validez, amparándose en que el doctor que lo realizó no tenía publicaciones previas. Entonces buscamos a un asesor de alopecia, el doctor Ariel Depetris de la Organización Panamericana de la Salud, y dice en 2007 que el barrio está contaminado. En 2009 intervino la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y en seis meses se hizo un nuevo informe que recogió que el 33 por ciento de la población del barrio muere por tumor, y que el 80 por ciento de los niños analizados tienen agrotóxicos en la sangre. A su vez, un doctor del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) hizo un nuevo informe explicando que el glifosato produce malformación en los anfibios y también en el ser humano. Ya teníamos toda una investigación, así salimos de nuevo a la calle y empezaron las amenazas.
Habéis llamado a muchas puertas, ¿qué opciones os quedan?
Tuvimos la oportunidad de ir a la Casa Blanca y nos recibió la Comisión de Medio Ambiente. Pedimos a Obama que investigara Monsanto y a las otras multinacionales y hace dos meses el presidente de Estados Unidos nos ha enviado una carta donde nos dice que él nada puede hacer en contra de Monsanto, pero que nosotros lo estamos haciendo muy bien y que sigamos luchando. Nosotras ya hemos hecho todo: hemos ido a la justicia de la ciudad, a la nación, fuera, estuvimos en la Asamblea Mundial de la Salud Pueblos… lo que nos queda es ir a organismos internacionales, que es el último paso. Estamos muy organizadas y tenemos que persistir porque nos queda la resistencia.
La batalla contra el gigante Monsanto, ¿es una guerra perdida?
Donde han ido, han dejado desolación y muerte. Por eso es una batalla que vamos a ganar, nos va a costar, pero se la vamos a ganar.
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