No volverán a matar a Falcone

Publicado el 28 septiembre 2015 por Vigilis @vigilis
La sicilianización de Cataluña va viento en popa. No sólo tenemos unas estructuras paraestatales de captación y distribución de rentas al margen de la ley, sino también el bonito escenario de fondo que supone el asalto de las ciudades por parte del campo. Para quien gusta de la demografía el único dato relevante de estas últimas elecciones catalanas es el que nos habla del enfrentamiento campo-ciudad.
Esto recuerda a otros procesos electorales como los andaluces: la división política de la sociedad no bascula entre fuerzas conservadoras y progresistas, ni siquiera entre fuerzas independentistas y constitucionalistas. La sociedad catalana se divide entre el mundo rural y el urbano. Si los catalanes votaran en dos elecciones paralelas y formaran dos parlamentos, uno de ciudades y otro de campo, sus respectivas composiciones serían antagónicas.

Votante rural, dramatización.

La pervivencia de una ley electoral cuarentona exagera el voto de las comarcas campías en detrimento del voto urbano; un voto más expuesto a la diferencia de opinión, más comunicado y más dispuesto al cambio. La equivocada idea de interpetar a Cataluña como una región industrial y burguesa se basa en tomar a Barcelona por el todo. Realmente la parte no barcelonesa de Cataluña no tiene una historia reciente muy diferente a la extremeña o manchega: hace tres generaciones la gente comía las raíces de los árboles y el polvo de la dehesa es dificil de quitar. Las inercias caciquiles, el miedo al cambio, la tendencia al prejuicio y el rechazo a lo foráneo es común en toda comarca rural. Estos prejuicios presentes en la sociedad rural históricamente se han explicado por el miedo de las élites locales a perder sus privilegios. Siempre que hay un abismo de separación entre campo y ciudad es cuestión de tiempo que el campo pierda. A esta regla hay alguna excepción: la China de Mao, la Albania de posguerra o la Nigeria que sale de la guerra de Biafra, por ejemplo. De todas formas, la victoria del campo sobre la ciudad no parece posible mantenerla en el tiempo.
Dicho de otro modo, la descomposición política de aquellos que persiguen el privilegio de la élite local en Cataluña es un proceso que sólo tiene una dirección y cuyo fin es la desaparición de esas élites o su reducción hasta un tamaño conllevable. Con esto no quiero decir que a partir de ahora los racistas vayan a perder cada elección. Los lentos cambios demográficos tardan en plasmarse políticamente, pero en visión de conjunto y abriendo el zoom, a los prejuiciosos sólo les queda transformarse o extinguirse si es que quieren durar una generación más.

Densidad de población.


Votos de Ciudadanos. (vía El Español).

Y ahora vamos con el resultado de las elecciones catalanas «polo miúdo» (al detalle):
Convergencia. La compleja ingeniería que el partido cleptócrata ha puesto en marcha para garantizar la supervivencia (e inmunidad parlamentaria) de sus cargos le ha salido bien. Los convergentes han destrozado todo a su paso pero ellos logran sobrevivir un día más. En este sentido hay que darles la enhorabuena y felicitar su carencia de escrúpulos y de una mínima ética. Convergencia se enfrentaba a su desaparición como partido, como le pasó a Unión Mallorquina (y por las mismas razones: ser una organización criminal, básicamente), e inventó la demanda independentista para tratar de despistar. El auge independentista de los últimos años es una fabricación política muy meritoria, que requiere a mucha gente trabajando mucho tiempo, amén de las subvenciones públicas a la prensa y el control de medios de comunicación (hasta estos hacen chistes). Todo este artificio propio del mago de Oz, con miles de voluntarios llamando durante meses a cientos de miles de personas, es su mayor fortaleza pero al mismo tiempo su talón de Aquiles: en cuanto pierdan la capacidad de repartir rentas todo caerá como un castillo de naipes. Hay que felicitar también a Convergencia por cargarse el nacionalismo catalán y transformarlo en un separatismo que no tiene recorrido político.
ERC. La novia de Convergencia era la reina del baile hace unos años. ERC muy bien podía ser ahora primera fuerza en Cataluña, pero en su lugar han preferido aceptar el papel de comparsa en este circo y les ha salido muy mal la jugada. Sus 31 escaños los relegan a tercera fuerza. Tal vez la gente no ha entendido que aparezcas en TV3 como jefe de la oposición cuando te presentas en la misma lista que el presidente de la Generalidad. Yo tampoco lo entendería. Con un gobierno catalán absolutamente radiactivo, acosado por sus casos de corrupción, ERC sólo tenía que sentarse en un banco a comer palomitas para ganar a Convergencia, pero en su lugar fueron a reirles las gracias. Ante unas elecciones no hay nada como competir en votos con un partido que tiene causas judiciales abiertas y un gobierno que ha gestionado francamente mal la política. ERC ha dilapidado su capital político al proteger la corrupción convergente. Supongo que en unos años veremos a los dirigentes de ERC en bonitos apartamentos de lujo, porque si no, no me lo explico. Han sido los que más tontamente se han pegado un tiro en el pìe.

Ciudadanos. Hay quien habla de victoria moral para los naranjas. La victoria moral está muy bien cuando juegas al Pictionary, pero no sirve para nada después de unas elecciones. Ciertamente han sacado un resultado por encima de las encuestas y son el principal partido del sí a la Constitución en Cataluña. Esta parada y fonda en el camino que lleva a las elecciones de diciembre los coloca sin embargo en una posición de debilidad: nadie les va a perdonar que traten de pisar los callos a los partidos turnistas. Con un 18% del voto en Cataluña son un partido que está en la carrera por la Moncloa, sin embargo es inevitable pensar en su debilidad estructural. Inexorablemente se acerca el día en que tengan que decidir si quieren seguir siendo el refugio de los votantes apestados por los turnistas o si quieren dar a luz una posición política diferente. De regreso a Cataluña, es meritorio que hayan pintado de naranja el cinturón rojo de Barcelona. También es reconfortante pensar que criticar por corrupto a un gobierno corrupto sigue funcionando incluso en una campaña tan loca como esta en la que la gente estaba hablando de unicornios de colores.
PSOE. Debacle total para el PSOE en Cataluña. Los socialistas han tenido el peor resultado de su historia y, como ya es tradicional, lo tratan de vender como una victoria porque no han perdido todavía más votos. Con poco más de medio millón de votos en las regionales catalanas, el PSOE sospecho que bajará de los 900.000 para las generales en esa comunidad. Se confirma por tanto su transformación en Partido Regionalista Andaluz. Serán segunda fuerza en las generales, pero sin la suficiente masa crítica como para presentarse como alternativa de gobierno. La falta de constancia en su discurso y el polvo de la dehesa que arrastran como partido turnista son sus principales lastres. El votante nota la permanente situación de interinidad que vive el PSOE. Cuanto más débil es su posición, más se les llena la boca con palabras tan grandilocuentes como vacías. Ahora quieren cambiar la Constitución cuando ni siquiera son capaces de cambiar su partido. Y pensar que llegaron a ser la fuerza más votada en Cataluña. O tempora, o mores.

Vaya cromo.

Pablemos (ICV). ICV ha sufrido un «efecto ERC»: se han juntado con su competidor y la han cagado pero bien cagada. No sólo Pablemos no aporta nada a ICV sino que les ha lastrado dos escaños. La principal consecuencia de esto se verá fuera de Cataluña: ahora se están negociando las listas para las generales de diciembre y en muchos lugares de España hay gente flipada que cree que ir con Pablemos les va a beneficiar. Ahora que Pablemos ya gobierna en alguna ciudad los ciudadanos saben de qué palo van y parece que no les gusta mucho lo que ven. En estas elecciones, que Ada Colau no apareciera por ningún lau porque en Barcelona necesita a PSC, ERC y CUP, les ha costado algún escaño. En su lugar, los pijiprogres han optado por poner a un señor mayor que nadie conoce. Su críptica posición en unas elecciones que bascularon sobre la cuestión nacional tampoco les ayudó en absoluto. Estar en contra de la separación pero a favor de romper la soberanía nacional es algo que sólo se entiende dentro de un despacho universitario en el que huele a maruja. Con las elecciones venezolanas una semana antes que las españolas, veremos si el comunismo conservador está por la labor de pegarse un tiro en el pie y ayudar a los flipados o los dejan a un lado.
PP. El leñazo ha sido bonito, pero creo que se puede mejorar. Es evidente que el PP está pensando en la Moncloa. Hace años que se rindió en Cataluña y asume que de esa comunidad lo único que les interesa es sacar votos en el resto de España. En política, el éxito de tu adversario te resta -1, pero el error propio te resta -2. Nadie en su sano juicio entiende qué diablos ha hecho el PP en Cataluña. Envían al ministro de Exteriores a debatir con un separatista en la tele, sacan un vídeo con la pucelana Soraya hablando en catalán (me recordó a cuando Mario Conde vino a Galicia a hablar en gallego: fue un bonito suicidio en directo), no han movido ni un dedo estos años por frenar a los golpìstas, no han tenido ni una palabra creíble en defensa de la libertad y de la Constitución, están probando con chicas con canalillo en la tele a ver si les funciona el asunto y por alguna inexplicable razón dejan que Rajoy improvise entrevistas sin tenerlas preparadas. La del PP ha sido una de las campañas más idiotas de la historia de España. Y luego está lo de ser una organización que muchos sospechamos que lleva 20 años pareciéndose más al PSI de Bettino Craxi que a otra cosa (pequeñito detalle: el norte no olvida).

Benvenuti a Tangentopoli.

CUP. Los embarretinados perroflautas batasunos todavía están de botellón. Habrá que ver si el dopaje lo han recibido de desconcertados y huérfanos votantes de ERC o de nuevos votantes: no olvidemos que llevamos una década con trescientos días históricos al año en Cataluña y eso pasa factura en los reblandecidos cerebritos de los jóvenes catalanes. Por otra parte, el aumento de apoyos para los populistas es un fenómeno común en todas partes.
UDC. Si alguien pensaba que llevar años yendo de la mano de los cleptócratas no les iba a pasar factura ahí tiene los resultados. Pese a sus 100.000 votos, los de Durán no llegan al umbral de representación y se añaden a la lista de cadáveres que deja Convergencia en el camino. Presentarse como una opción nacionalista no separatista era algo normal en Cataluña en los últimos treinta años, pero como decimos, Saturno ha devorado a sus hijos.
Golpistas

La fanfarria de estas elecciones ha orbitado alrededor de la cuestión del golpe de Estado. La pretensión de Mas y sus rufianes de presentar un conflicto secesionista para evitar sentarse en el banquillo ha desbordado a Convergencia y ha conseguido la mitad de los votos en Cataluña. El problema de simplificar las cosas y presentarlas como una tonta pregunta de sí o no, es que si tú apoyas el sí, los que no te votan siempre serán el no (como decía Sala I Martin antes de cambiar de opinión durante la enfarlopada noche de exaltación tribal). Da igual las vueltas que le des (hay cosas bastante aberrantes en la prensa catalana: gente con serios problemas para hacer sumas con decimales), si el sí tiene el 50% el no tiene el 50%. En nuestro caso, el sí a la Constitución sacó un 52% y el no a la Constitución sacó un 48%. Si ellos quieren leer estúpidamente estas elecciones como dos posiciones antagónicas, son libres de hacerlo porque les amparan las leyes que dicen detestar.
Sea como fuere, con 62 escaños que suman Convergencia y ERC, están a seis de la mayoría absoluta que requiere la investidura de Artur Mas (su candidato). La CUP ya ha dicho que no votarán a favor de Mas y su abstención no le basta al conducator cleptócrata. Así que no descarto que veamos a una monja alférez con un gorrito de papel de aluminio como nueva presidenta de la Generalidad.
Por último, para la reflexión a medio plazo, estas elecciones han revelado que el problema no está en Barcelona, sino en Madrid. El Estado no puede estar ausente. El gobierno no puede dejar en manos de la inercia la defensa de la Constitución y de nuestras libertades. Máxime un gobierno sostenido por un partido que no parece muy diferente a los convergentes.
Que se abrochen el cinturón porque el norte no olvida.
Funeral de Falcone: