Lo había leído en los libros, incluso, lo había observado en la imagen de la Virgen de Los Dolores, la pérdida de su madre producía ese dolor en el corazón como si un puñal lo atravesara. Se preguntaba adónde habría ido a parar su alma para que ella se sintiera tan sola y abandona. Y rompió a llorar, se enrolló en el calor de la manta hasta quedar dormida. En los pocos minutos que duró el sueño, su madre aparecía sentada a los pies de su cama.
—Viviana, espabila… —le aconsejaba, como tantas veces hizo para sacarla de su ofuscamiento y su testarudez.
Se despertó sintiendo la humedad salobre de su pelo en la almohada. Tendida boca arriba recordó la vez que siendo niña se escapó de noche para ver el camino que marcaba la luna en el mar, había oído decir que llegaba a los confines del mundo. Cargó su manta sobre el hombro y anduvo a tientas por el sendero que la llevó a la bahía. Allí estaba, grande,
Seguir leyendo...