Nunca había pensado que un matadero municipal podría ser un lugar propicio donde inspirarse sobre la Navidad. Acabo de pasar la mayor parte de este 24 de diciembre en los alrededores del lugar donde se sacrifican cada dia unas 200 cabezas de ganado en Bangui. Y he vuelto a pensar, una vez mas, que la vida de los pastores –ni los centroafricanos ni los de Israel en tiempos de Jesús- no tiene nada de bucólica.
Como es el caso en muchos países africanos, también en la República Centroafricana los que se ocupan de la ganadería suelen ser personas de etnias semi nómadas. Los Peulh o Mbororo (también llamados Fulanis en el mundo anglófono) son, desde hace siglos, los reyes del negocio de los rebanos. Habitan en unos 15 países de África del Oeste y Central, para ellos no existen las fronteras y, acostumbrados a la dureza de la trashumancia, tiene fama de haber desarrollado durante generaciones una forma de vida austera y dura. De carácter generalmente reservado, no suelen ser dados a confiarse con facilidad a quien se les acerque y sus vecinos les temen por considerarlos violentos e impredecibles. Además, muy a menudo van armados y en el caso de Centroáfrica, muchos de ellos han entrado en grupos armados que son verdaderos ejércitos rebeldes. Sin embargo, nada sería más injusto que considerarlos como seres incultos o primitivos. Al contrario, en muchos países africanos se encuentra uno con numerosos Peulh con doctorados universitarios y en lugares prominentes en gobiernos y en organizaciones internacionales.
Los Peulh son, además, musulmanes. El barrio donde se encuentra el único matadero municipal de Bangui está ubicado en el sexto distrito, una zona comercial donde se mezclan personas de muchas etnias, la mayor parte de las cuales son cristianas, y que, por lo general, son bastante abiertas a convivir con quien viene de fuera. De hecho, en esta zona viven numerosos desplazados internos que el año pasado huyeron de sus casas en otras zonas más conflictivas de Bangui, y es uno de los vecindarios donde hay una minoría musulmana significativa que convive con sus vecinos cristianos sin mayores problemas.
A pesar de esto, las actividades desarrolladas en torno al matadero son propicias a degenerar en conflictos que pueden llegar a ser violentos. Casi todos los sábados llegan, en numerosos camiones, entre 1.500 y 2.000 bueyes, los cuales pasan la noche en el recinto del matadero. Como cada día hay un límite de unos 200 animales que podrán ser sacrificados y su carne distribuida en los mercados de Bangui (casi siempre por sudorosos chicos que empujan las enormes piezas en carretillas), el resto del ganado es llevado a pastar por jóvenes Peulh a los que los comerciantes pagan una prima por jornada. Los pastores vienen de otros barrios, sobre todo del Kilometro Cinco, de mayoría musulmana. A las ocho de la mañana, más de mil bueyes salen en varias tandas hacia las zonas de pasto situadas a orillas del rio Ubangui, donde pasaran la jornada hasta eso de las tres de la tarde, cuando serán llevados de vuelta al enorme patio del matadero.
Esta mañana, acompañado de dos jefes de barrio, he realizado el recorrido con los pastores. Primer problema: al borde del rio, nada más salir del matadero, hay varios animados mercadillos –llevados sobre todo por mujeres- y pescadores que venden su mercancía a clientes que llegan de todo Bangui. El jaleo que se arma entre bueyes, comerciantes, coches, etc, es considerable, sobre todo ahora que estamos en la estación seca y todo se llena de polvo. Segundo problema: al borde del rio duermen, desde hace meses, varias docenas de jóvenes cristianos de barrios que fueron destruidos por milicias musulmanes el año pasado. Extraña poco que de ver en cuando molesten a los pastores Peulh e incluso que a veces los ánimos se caldeen con facilidad e intenten vengarse. Todos recuerdan los incidentes del pasado 4 de octubre, cuando un comandante del ejército nacional fue asesinado por un musulmán en el Kilómetro Cinco y una hora después tres pastores Peulh que se encontraban cerca del matadero fueron muertos como venganza.
Más adelante, cuando llego a los lugares de pasto, hablo con vecinos que viven en estos barrios periféricos y me cuentan que a menudo algún buey incontrolado se escapa y siembra el pánico entre las familias. Y como suele ocurrir siempre que hay proximidad entre agricultores y ganaderos, los animales de estos entran fácilmente en los campos y los destrozan, o se comen las verduras cultivadas con muchos esfuerzo por quienes trabajan la tierra. Para acabar de complicar las cosas, numerosos jóvenes de la zona se ganan la vida haciendo ladrillos para venderlos, y cuando pasan varios bueyes incontrolados, los reducen a migajas, provocando las iras de la población local.
Desde hace un mes, en la oficina de la ONU donde trabajo estamos llevando a cabo un programa de dialogo entre las dos comunidades para que resuelvan sus conflictos de forma pacífica, se respeten y colaboren entre ellos. Somos conscientes de que llevara su tiempo y de que habrá numerosos altibajos, pero merece la pena.
Y traía todo esto a colación porque, también en tiempos de Jesús, los pastores eran personas que eran generalmente mal vistas por el resto de sus conciudadanos, los cuales les consideraban como de poco fiar, duros, violentos… además de ritualmente impuros, algo que no era un detalle nimio en la religión judía. Ellos fueron los primeros a los que se anunció el nacimiento del Hijo de Dios y los primeros que fueron… dicen los Evangelios que a adorarle, aunque vaya usted a saber si solo fue simple curiosidad. Los biblistas sabrán explicar esto mucho mejor que yo.
Es la primera vez en mi vida que paso el dia de Nochebuena entre pastores. No será la última vez que les acompañare durante varias horas en una jornada. Ojala que sirva para que pastores y agricultores, cristianos y musulmanes, jóvenes ganaderos y jóvenes que hacen ladrillos… se comprendan un poco mejor y vivan en paz. Que el Hijo de Dios, cuyos ojos nada más abrirse vieron a pastores que se acercaron a Él, y que vino a traer la Paz con mayúsculas, nos ayude en esta tarea.