Nochebuenas

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
Ya son las terceras navidades con los pequeños padawanes. El primer año apenas tenían 3 semanas de vida, y eran tan pequeños y menudos que esto de las fiestas pasó totalmente a un segundo plano. Más aún cuando el primo Rafa nació el día de Nochebuena, como yo, como para hacerme la competencia. Un año después, los protagonistas inevitablemente volvían a ser ellos, como es lógico. Sin enterarse de nada, y sin apenas articular más que algunas risas y cháchara ininteligible. No eran ni conscientes de la familia que los rodeaban, caras nuevas siempre, por mucho que nos empeñáramos en dejarlos en brazos de la abuela o del tito. El cumpleaños de Papá y del primo, juguetes y ropitas nuevas, mucho coche y mucho ir a casas nuevas y desconocidas.
Cumplir años el día de Nochebuena tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Cuando era pequeño, para mi era la fiesta más importante. Toda la familia se reunía para el evento, más incluso que para otros cumpleaños y celebraciones. Me sentía especial. Pero por otro lado, todo se fusionaba con las fiestas navideñas, con lo que al final se perdía un poco ese toque especial. Y con el paso de los años, la sensación y la magia se va difuminando.
Pero la magia sigue ahí. Y como comentaba con la pasada entrada del Miércoles Mudo, cumplir años en Nochebuena es distinto cuando se soplan las velas en equipo. Este año son más conscientes de todo lo que les rodea, ya reconocen a los titos, a los abuelos y a los primos. Ya saben que hay tarta, chocolatinas, comidas especiales, y regalos. No tienen ni idea de qué es la Navidad, pero durante todo el día sólo hay risas, juegos, caras de alegría, de sorpresa y de felicidad inocente. Con apenas dos añitos recién cumplidos, ya son días especiales también para ellos, y verlos así hace que uno recupere la ilusión de la infancia.
La pequeña Leia canturrea el 'cumpleaños feliz' cada vez que se acuerda de la tarta o de las velas, aunque la llama le dé un poco de miedo. Y Luke anda como loco jugando con los titos y el primo Rafa. Para rematar, con la excusa de mi cumpleaños, en casa de mi familia es costumbre hacer los regalos el día 24, así que con la montaña de libros, cuentos y juguetes nuevos, la excitación dura hasta el final del día. Todo son risas y juegos.
Como ocurre en muchas casas por estas fechas, tenemos que repartirnos para pasar estos días con toda la familia. Nochebuena aquí, Navidad allí, y en Fin de Año ya veremos dónde. La segunda tanda llegará para Nochevieja y Día de Reyes. Pero eso da para más reflexiones y quizás post. Eso de los Reyes Magos, que nos traen juguetes si hemos sido buenos, aún está más allá de su entendimiento –cosa que celebro–. Cuando crezcan y llegue el momento de enfrentarnos a esa tradición, ya se verá cómo lo hacemos.
Por el momento me conformo (¡como si fuera poco!) con los días de felicidad espontánea e instantánea, y con sus caras de alegría y diversión inocente, sin darse cuenta realmente de en qué fechas estamos. Ya habrá tiempo de que vivan la Navidad de forma consciente, y sepan lo que es la ilusión. Yo ya estoy deseándolo.