Además del belcanto, la ópera romántica francesa fue la gran especialidad de Joan Sutherland. Uno de los hitos de su carrera en este repertorio fue "Les contes d'Hoffmann", habiendo sido la primera cantante en décadas que asumió los cuatro papeles principales de soprano. Toda una hazaña teniendo en cuenta el extenso rango vocal de las mismas, desde la soprano de agilidad (Olympia) hasta Giulietta, más bien cercana a la mezzosoprano. La Decca llevó al estudio (1971) esta ópera en la primera edición filológica de la misma, fundamental para su revalorización, que llevó a cabo Richard Bonynge para la ocasión. Un par de años después el MET estrenaba producción para el lucimiento de la diva, que obtuvo un triunfo espectacular en cada uno de los personajes. Como era previsible, uno de los grandes momentos de la noche es "Les oiseaux dans la charmille", la canción de Olympia en el Acto tercero. Acostumbrados a sopraninos con voz de pito, es un placer un timbre pleno, amplio y vibrante en esta página. Escalas, notas picadas, trinos, no hay pirueta vocal que la soprano no domine con un magisterio insultante: en la segunda vuelta de la canción hay un trino situado a una altura inverosímil. Sólo una ligera vacilación en el último re sobreagudo nos recuerda que estamos ante una mujer de carne y hueso. El público, según se escucha, apreció las dotes cómicas de Sutherland durante el número. Impresionantes también sus gorgoritos del vals. En cuanto al Acto veneciano, en principio el más alejado de sus fortalezas, siendo cierto que no le permite mucho lucimiento (aún no se había recuperado la página solista de Giulietta) se puede hablar con toda razón de éxito. Aunque no tan completo como en la edición discográfica, el retrato de la odiosa cortesana es sorprendentemente vívido por el trabajo sobre el acento y ni siquiera desmerece frente a los entusiastas avances de Domingo. Es sin embargo el Acto de Antonia el que consagra una grandísima interpretación. Aunque el papel está pensado para una voz con un color más juvenil que el que tenía a esas alturas de su carrera, la gentil melancolía del canto ("Elle a fui, la tourterelle") y la púdica expresión amorosa (escena con Hoffmann) son casi ideales para el personaje - quizá se echa de menos algún claroscuro más en la Canción de amor. Por último, el slancio del fraseo, el nervio del acento y la lucidez de su registro superior no admiten comparaciones en el magistral Trío, una página donde las sopranos líricas encuentran serios problemas. Los últimos compases de este número podrían citarse como uno de los momentos culminantes de una carrera: el terrorífico ascenso al do#5, un intervalo casi impracticable, está resuelto con una perfección en la que se resume toda una vida de estudio de la técnica. Una nota que no sugiere ningún esfuerzo y que sin embargo resulta hiriente en su límpida belleza. Si en la grabación de estudio resulta admirable este pasaje, en vivo parece incluso inhumano. No se queda atrás su intervención en el maravilloso Cuarteto del Epílogo. Aquí la voz de Sutherland sobrevuela el conjunto con una facilidad monstruosa. Los agudos son verdaderos relámpagos: no puede imaginarse sonido más deslumbrante.
Desde las funciones protagonizadas por Richard Tucker (entre 1955 y 1957) no se escuchaba en el MET (ni en ninguna parte) un Hoffmann tan apasionante y apasionado como el de Plácido Domingo. La afinidad del tenor hacia el papel es especialmente afortunada durante las escenas con sus amadas, no sólo por el privilegiado terciopelo del timbre, sino por la tremenda sugestión de su canto. Esto se aprecia sobre todo durante el dúo con Antonia, que le muestra afectuoso y acariciador aun sin recurrir realmente a la media voz. Estas cualidades también resplandecen durante su monólogo del primer Acto. Los modos seductores de Domingo - bien conocidos y reconocibles - encajaban completamente con el estilo sentimental y arrojado del papel, desde luego no especialmente necesitado de profundidad. Por esta razón no sólo se trata de uno de sus mejores papeles, sino que en este caso apenas hay un par de tenores que se le puedan comparar. Espléndido por empuje y simpatía en "Il était une fois", aunque la sección central le resulta un tanto ardua y la dicción tiende a empañarse por quedar el sonido "in bocca". Un defecto que no suele citarse en este cantante. Menos brillantes son los couplets del Acto veneciano: la emisión "violonchelística" que le permite obtener ese timbre denso y voluptuoso en la franja central tiene sus límites, aun estando en plena forma, cuando la tesitura exige slancio en la zona de pasaje; se torna entonces un tanto fibrosa y vulgar. Algo de esto se percibe también al comienzo del dúo con Giulietta ("O Dieu! De quelle ivresse") aunque en este caso la escritura ligada resulta más lucida. La página alcanza una pasión incandescente por ambas partes ("Ah! Aujourd'hui les larmes"). Brillantísima su intervención en el Cuarteto, imponiendo la amplitud y la sensacional intensidad de su timbre. Las pocas notas agudas del papel, aisladas y por tanto asumibles, no ofrecen problemas capitales al joven Domingo.
En lo que respecta a los villanos, para Bonynge estaba fuera de discusión que debía asumirlos un único cantante y la tarea recayó en Thomas Stewart. Barítono neto, se encuentra incómodo como Coppélius y Lindorf, en cuyos Couplets su voz adquiere un tono decididamente mate y gutural. Las cosas empeoran en el aria de Dapertutto, puesto que está baja medio tono: aun así las subidas al agudo le resultan muy arduas. Así las cosas, el problema parece irresoluble. Miracle es el papel mejor superado, particularmente en cuanto al acento, siempre honesto y eficaz en cualquier caso.
Huguette Tourengeau está mucho mejor de lo que se podría esperar en esta cantante, que llegó a ocupar inexplicablemente un puesto fijo en el Clan. El timbre suena fresco y sin el ingrato engolamiento que lo solía afear. El resto de los papeles comprimarios está cubierto con la habitual (y reconocible) eficacia de la casa.
La dirección de Bonynge queda en un segundo plano debido a la lejanía de la orquesta (se trata de una grabación in-live). Por fortuna su fascinante trabajo musicológico y musical está debidamente documentado por el registro de estudio. Sin embargo aún emerge parte de su colorido centelleante, su elegancia y su nerviosa fantasía.
Esta función corresponde al estreno de la producción, que obtuvo un enorme éxito de público. No se entiende muy bien en cambio, la frialdad de Shawe-Taylor en su crítica (disponible en la base de datos del MET).
Disfrutadla.
29 de noviembre de 1973
Hoffmann................Plácido Domingo
Olympia.................Joan Sutherland
Giulietta...............Joan Sutherland
Antonia.................Joan Sutherland
Stella..................Joan Sutherland
Lindorf.................Thomas Stewart
Coppélius...............Thomas Stewart
Dappertutto.............Thomas Stewart
Dr. Miracle.............Thomas Stewart
Nicklausse..............Huguette Tourangeau
Muse....................Huguette Tourangeau
Andrès..................Andrea Velis
Cochenille..............Andrea Velis
Pitichinaccio...........Andrea Velis
Frantz..................Andrea Velis
Luther..................Edmond Karlsrud
Nathanael...............Charles Anthony
Hermann.................Russell Christopher
Spalanzani..............Nico Castel
Schlemil................Clifford Harvuo
Crespel.................James Morris
Voz de la madre de Antonia.........Cynthia Munzer
Dirección...............Richard Bonynge
CD 1
CD 2Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.