Los actores se adaptan bien a los clichés de Allen, con un sorprendente Owen Wilson en el papel que habría encarnado el propio director de haber sido más joven. También están magníficos Marion Cotillard, otra soñadora inconformista, o Michael Sheen, que borda a un pedante insoportable. En el guión encontramos crítica política, social y arte, mucho arte, de la mano de algunos personajes que añaden valor al París actual y también a la historia de la cultura.
Lo fundamental es contar historias, algo que Allen borda sin recursos técnicos superfluos. Solo sencillez, calidad y una luz muy bien utilizada. Así es como se crea la magia en un paseo hechizante por calles que ha conseguido retratar brillantemente. Todo ello enfocado hacia una evasión que podría llevarnos a lugares inesperados.