El viernes nada más aterrizar en Changi fuimos directos a casa de Mike y este nos recogió en la estación. Momento de sonrisas y abrazos, reminiscencias de aquellos míticos reencuentros de nuestra anterior vida ICEX, mientras haya amistad nunca pasarán de moda. Como veníamos con hambre nos llevó de cena y mientras tomábamos unas Tiger y una buena ración de morning glory nos pusimos al día. Después fuimos al piso de Mike y allí nos estaba esperando Dani, el otro genio y figura. Había pasado justamente un año desde que fuera con estos dos a liarla a Filipinas y era ya la segunda vez que me invitaban a pasar unos días en su casa en Singapur.
Tomamos unas copas en casa y después salimos por Clarke Quay. Recuerdo poco o nada de esa noche, jajaja... justo lo que quería.
Al día siguiente, sábado, nos levantamos super tarde (salir de fiesta tras un viaje de 24 horas no le deja el cuerpo bien a nadie) y pasamos la tarde en la piscina del condominio. Después de comprobar cómo viven los expatriados en Singapur a uno le da la impresión de que vivir en Tokio es un atraso. Yo ya he dicho que si tengo la oportunidad aquí en Japón no me quedo, en el sur se vive mejor (por supuesto que el clima ayuda).
Cuando estaba atardeciendo salimos a hacer algo de turismo por la ciudad y fuimos hasta el centro para visitar el recientemente inaugurado hotel-casino Marina Bay Sands.
La anterior vez que pasé por Singapur todavía no se encontraba acabado, así que me quedé sin subir a la plataforma elevada abierta al aire libre, el Sands SkyPark.
Desde arriba las vistas no decepcionan, especialmente de noche. A un lado Marina Bay, con el Singapore Flyer iluminado.
Al otro lado el distrito de Riverside, con los rascacielos de Raffles dominando el skyline.
El mirador del Sands SkyPark da la vuelta a la plataforma por uno de sus extremos, así que por todos lados había gente pegada al cristal sacando panorámicas nocturnas de Singapur para llevarse de recuerdo.
En el centro de la terraza está el restaurante KU DÉ TA, uno de los iconos culinarios más distintivos de Asia.
Javi y yo estábamos de celebración, así que esa noche decidimos tirar la casa por la ventana y entrar a cenar. Tuvimos suerte de pillar mesa ya que íbamos sin reserva ni historias.
KU DÉ TA es un restaurante de cocina asiática moderna, inspirada por los viajes de su chef desde el norte al sudeste de Asia. Para empezar pedimos sashimi de salmón ligeramente pasado por la plancha, de forma que por fuera estaba un poco hecho pero por dentro conservaba la esencia del sashimi y se te derretía en la boca.
De segundo un filete de atún en su punto medio-hecho con verduras, unos pinchos de teriyaki y unos chipirones fritos crujientes.
Todo estaba delicioso y para nuestra sorpresa tampoco salió tan caro (para tratarse de un restaurante tan famoso, me refiero), 46 € por persona.
Junto al restaurante está la impresionante piscina, para uso exclusivo de los clientes del hotel. Nadar a 200 metros de altura con la ciudad entera frente a ti tiene que ser una experiencia única. Quizás algún día cuando sea rico, jajaja.
Después de la experiencia en Marina Bay Sands regresamos a casa para quedar con Mike y salir de marcha. Esa noche Dani se había pirado de viaje así que éramos 3 para ir de fiesta. No problem, pillamos un taxi y al centro.
El plan era empezar la noche haciendo botellón junto a la estatua del Merlion, ahí con estilo. Creo que la foto de abajo lo dice todo, jejeje, nunca he tenido mejores vistas en un botellón.
La botella la compré en el Duty-Free del aeropuerto, al fin me acordé de hacer compras después de aterrizar. Siempre me despisto y una vez dentro de Singapur el alcohol sale muy caro por los impuestos. Tras terminarnos la botella apareció la novia de Mike con una amiga de la jet-set singapurense que nos coló en la lista de uno de los locales chic de One Fullerton. Olé.
La noche siguió con igual de buen ritmo que el día anterior y por vez consecutiva regresamos a casa a las tantas, después de pasar por mil y un sitios: una discoteca repleta de chinas finas, un club de estilo barroco en un hotel, un antro de perversión abierto a última hora de la noche... y el clásico desayuno del McDonalds.
El día siguiente Javi regresaba a Hong Kong. Tras los dos fines de semana de desfase en Bangkok y en Singapur y los días de playa en Ko Tao volvía el tío a casa con una sonrisa de oreja a oreja, necesitaba esas vacaciones. Mi plan de viaje original incluía abandonar Singapur ese día también para quedar con Jago en Kuala Lumpur, Malasia. Sin embargo, el ajetreo en las últimas semanas había sido muy intenso; primero Vietnam, luego Tailandia y después Singapur, sentía que necesitaba parar quieto un rato. Aparte, por entonces no sabía si el viaje tendría que alargarse unas cuantas semanas por el desastre del terremoto de Tohoku en Japón, así que quise ver bien cómo evolucionaba la situación y estudiar mis alternativas. Decidí quedarme por tanto unos días más en Singapur.
El lunes salí a recorrer el centro de la ciudad. Lo he visitado ya más veces pero me gusta pasear y disfrutar de la solana ecuatorial.
Me acerqué de nuevo hasta el Marina Bay Sands para verlo de día en todo su esplendor.
Lo cierto es que no deja indiferente a nadie, o te encanta o te parece la mayor horterada del mundo, aunque, digan lo que digan, el concepto es una maravilla de la arquitectura moderna.
Por la tarde quedé con Dani, que ya había regresado de su viaje, y quiso llevarme a un sitio muy molón: la terraza de bar más alta del mundo, el 1-Altitude.
Está situado en el piso 61-63 del rascacielos One Raffles Place, en pleno distrito financiero, a 282 metros del suelo. Eso lo sitúa por encima incluso del Sands SkyPark y del Swissôtel, al que subí la anterior vez que pasé por Singapur.
El bar 282 en la planta 61 no sale especialmente caro y si se pide una consumición se puede acceder a la terraza en la planta 63. De otra forma es necesario pagar entrada, tomad nota del truco. Aún así, yo la hubiera pagado bien a gusto porque las vistas son de infarto, especialmente durante la puesta de sol.
Cuando anochece el sol se esconde y la ciudad se ilumina, es agradable tomarse una copa mientras cambia el tono del paisaje urbano. Desde luego que el sitio me sorprendió y doy gracias a Dani por descubrírmelo. Lo recomendaría como uno de los puntos de obligada visita de la ciudad. Si es posible, acudir durante el atardecer y esperar a que caiga la noche.
Poco más que añadir, mi experiencia en Singapur estaba cumpliendo todas las expectativas. Me quedaban por delante otros dos días en esta jungla de asfalto, que parece que te atrapa ya que es al mismo tiempo ciudad y estado, ¿conseguiría no caer en el aburrimiento? Lo veremos en el próximo capítulo.
Muchas gracias a Mike y a Dani, como siempre fue un placer ir de visita.