Describe una megametrópoli económica y cultural que es percibida a la vez como campeona del individualismo y de la indiferencia hacia los demás, con una frialdad en las relaciones humanas algo difícil de superar para una mujer simpática y comunicativa del sur de España. Sostenida por el amor a su marido (al que rinde extenso homenaje), el recuerdo de su familia y amigos en su país (muchos) y de algunos en NY (pocos), los días transcurren en paseos, asistencia a actividades y horas de trabajo creador. Ninguna extravagancia llama la atención en las calles neoyorquinas y da muestra de ello con muchas de las fotografías que ilustran este diario, todas hechas por ella y muchas de calidad superior a lo esperable en un aficionado.
Su habitual inclinación al humor ("su oficio, su escudo, su asidero"), muy presente en sus artículos periodísticos y libros juveniles, y menos en sus novelas más realistas, no es la nota dominante en estas páginas. Le pesan el frío, la aspereza y el racismo, pero enfrenta la realidad con sentido común y gracia, como cuando comenta los desfiles de moda femeninos o describe la tarjeta de crédito como "el rayo paralizador contra toda desconfianza americana". La comida casera o fuera del hogar, el jazz en directo o la música enlatada, las lecturas y el cine, son frecuentes comentarios normales en las entradas, que también abordan, con sencillez, asuntos más personales como la ausencia del padre, sus aprensiones y cambios de humor o las luchas contra la vagancia y el insomnio.
Lindo muestra como NY es muchas ciudades en una, embaucadora y cutre, inolvidable y dura, glamourosa y mítica y, a la par, consentidora de diferencias sociales insoportables. La escritora firma un libro de muchas facetas, un autorretrato con referencias personales pero también literarias, cinematográficas y visuales, un documento moderadamente íntimo de escritora madura y poseedora ya de un estilo seguro y firme.